José María Aznar Botella

Política y dinero

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Ante el deterioro que sufren las instituciones de nuestro país, surgen voces que sugieren un cambio de sistema. Se pide una regeneración política y cada vez son más los que sostienen que ésta ha de pasar por cambios radicales en la ley electoral, piden cargarse la Ley D'Hont y listas abiertas. Estas propuestas resultan tentadoras en el momento tan angustioso que vive España, pero yo creo que son equivocadas. Es indudable que el actual sistema de partidos políticos tiene sus defectos, se fomenta la endogamia y las castas políticas e inevitablemente se acaba en el excesivo crecimiento de las administraciones públicas y en la corrupción. Estos problemas no son menores y, si bien es obvio que el sistema necesita reformas, algunas de las alternativas que se sugieren suelen desembocar en situaciones más indeseables. Nuestro imperfecto sistema tiene dos virtudes en relación a otros: genera mayorías políticas estables y permite una relativa autonomía del poder político respecto del económico. ¿Qué pasaría de tener listas abiertas? Sucedería lo mismo que en Estados Unidos, país donde llevan tres años sin pasar un presupuesto y donde el poder económico ejerce un dominio absoluto sobre la agenda legislativa. Allí mandan los «lobbies» y las batallas por escaños en Congreso y Senado no lo son tanto de ideas como de quién recauda más fondos. En España La ley D'Hont favorece la formación de mayorías y la financiación pública de los partidos permite un proceso legislativo relativamente opaco a la influencia del poder económico. ¿Solucionaríamos nuestros problemas cambiando la ley electoral? Lo dudo. ¿Generaríamos problemas nuevos? Seguro. Comparemos nuestro sistema con otro muy distinto, el italiano. Allí, además de todos nuestros problemas, sufren de una inestabilidad política que ha resultado en 20 cambios de gobierno en 30 años. En 1980 su PIB per cápita en dólares internacionales actuales era un 40% superior al nuestro. Hoy es prácticamente el mismo.