Alfonso Ussía
Póngase el «smoking»
Para mí, que uno de los grandes errores cometidos por el ministro del Interior en el dramático problema de Ceuta y Melilla ha sido el de no haber contrastado opiniones ni solicitado consejos a las personas adecuadas para ello. Por ejemplo, y según leo en «El Submarino» de este periódico, a Penélope Cruz y Pilar Bardem, que están que trinan en Hollywood. Entiendo que el ministro, a pesar de la contrastada inteligencia de la madura actriz de reparto, haya intentado esquivar las recomendaciones de Pilar Bardem, por motivos de lógico recelo. Se trata de una mujer listísima, pero contradictoria e incoherente. Todo lo contrario que su nuera, Penélope Cruz, el aterciopelado talismán de Alcobendas. Penélope sí que ha demostrado con creces su capacidad para llegar a mucho desde la nada. Sigue siendo una de las peores actrices de la historia del Cine, pero ahí está, perfectamente instalada en la fama y con un prestigio conquistado usando las armas más diversas, y pido perdón por el uso de la voz «armas», tan desagradable para ella, pero tan respetuosa con la limpieza del texto.
Después del festolín de los «Oscar», suegra y nuera, que se llevan divinamente a Dios gracias, alhajadas y vestidas por los mejores modistas, no tuvieron otra ocurrencia, entre plato y plato de la magna cena que clausura la cosa, de poner a parir –en este caso sin reservar una planta entera del hospital de capital judío de Los Ángeles–, al ministro del Interior y al Gobierno de su nación, España, por las «brutales y desproporcionadas actuaciones policiales» contra los subsaharianos que intentan alcanzar suelo español fuera de la legalidad. Es admirable que estas mujeres, exclusivamente orientadas a sus trapos y joyas hollywoodenses, entre pespunte y pespunte se mantengan perfectamente informadas de cuanto sucede en Ceuta y Melilla. El entorno de las dos presumibles damas se quejó del tono de voz del aterciopelado talismán de Alcobendas cuando opinó al respecto con la misma delicia de tono que al gritar «¡Pedrooo!» la noche del Oscar a Almodóvar. En aquella época no estaba aún con Bardem, sino con Cruise, y si no con Cruise con algún millonario casualmente rendido a sus encantos, porque esta gente tan entregada a las izquierdas radicales, por fas o por nefas, siempre se enamoran de hombres influyentes. Un dato que aporto a la comunidad científica para que sea, al fin, resuelto el enigma.
El ministro del Interior tendría que haber viajado hasta Hollywood y compartido mesa y mantel con estas expertas en los asuntos de la inmigración ilegal. Eso sí, aceptando las normas y acudiendo a la cena con «smoking», que allí en Hollywood nuestros cineastas que viven dentro de una camisa negra con el Ché estampado en carmesí y con la nevada caspa que procura la falta de higiene, en Hollywood se visten de smoking, ellos todos, y de largo con modelos de los mejores modistas, todas ellas.
Y de esa manera, el ministro, con su «smoking» bien adaptado a su cuerpo, con anterioridad a ser insultado por las dos comisarias lujosamente aerotransportadas de la inmigración ilegal, podría haber evitado el desagrado de las duras descalificaciones, preguntando a una y a otra, más a la nuera que a la suegra, lo que ella hubiera hecho en el caso de no estar en Hollywood y sí en el despacho principal del Ministerio del Interior, el mismo que ocupó Rubalcaba cuando una noche fallecieron cinco subsaharianos y tuvieron que ser atentidos un centenar más de heridas e hipotermias.
La inteligencia se demuestra en saber rodearse de personas con criterio e influencia. Y de eso sabe mucho más Penélope Cruz que el ministro del Interior. Lo dicho.
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