Alfonso Merlos
¡Porque lo vale!
La mejor defensa es un buen ataque. ¡Qué espabilada nos ha salido la alcaldesa! Pero su contragolpe, por aparentemente razonado que esté, cabalga entre lo impresentable y lo grosero. En puridad, significa hasta un insulto para esos ciudadanos a los que se les había vendido un horizonte gestor de pulcritud y virginidad, y de los que ahora se mofan quienes han conseguido materializar el quítate tú que me pongo yo para desalojar a los viejos políticos por la fuerza de las falsas promesas.
No, Ada, no. Nadie está cuestionando el currículum o la hoja de servicios, la capacitación o la experiencia, el saber hacer en la defensa de los desahuciados o en la promoción de ideas antisistema de tu pareja. Por supuesto, controlar a un gobernante no es difamarlo; escrutar las decisiones que impulsa o comparte no es calumniarlo. ¡¿No queríais transparencia?! ¿¡No pretendíais convertir las legítimas aspiraciones y demandas del pueblo en el centro del debate político?! ¡Pues ahí estamos!
El manoseado y burlado pueblo no quiere a familiares ni amiguetes ocupando puestos de trabajo por obra y gracia del dedo de dirigentes con pocos escrúpulos y miramientos, con un listón de exigencias éticas y estéticas a medio palmo del suelo, con una doble vara de medir: la que se saca contra el adversario siempre distinta a la empleada para tasar las acciones propias y hacer examen de conciencia sobre sus resultados y consecuencias.
Precisamente la presunta brillantez del tal Alemany debería ser la mejor carta de recomendación para mantenerle en una dignísima oficina lejos del ayuntamiento. ¿Esto es un tiempo nuevo? ¿Éstas son las nuevas formas de servir al interés general? Señores extremistas, les suplicamos: sean ustedes serios, humildes, responsables. Córtense un pelo. No tengan tanta cara.
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