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Cristina López Schlichting

Porque no queremos

Porque no queremos larazon

Lo peor, lo peor, lo peor es que no tiene razón de ser. Hubo épocas en que ni los transportes ni la capacidad productiva permitían acabar con el hambre en el mundo, pero nunca en toda la historia de la humanidad ha existido la capacidad de alimentar a masas ingentes de personas como ahora.

Está en la memoria de todos el tiempo en que el pollo era para ricos o las frutas tropicales una leyenda. Hoy, cualquier granja industrializada, cualquier piscifactoría produce animales en serie y las líneas de distribución garantizan el transporte a todo lugar del globo. Es posible sacar varias cosechas al año del mismo terreno que antes exigía el barbecho. No acabamos con el hambre porque no queremos.

Lo mismo ocurre con el agua. Tenemos desaladoras marinas, potabilizadoras terrestres y capacidad de almacenamiento y trasvase. Milagros como el de Israel demuestran que es posible domar zonas aparentemente agrestes. Pero algo grave estamos haciendo mal y los resultados están en las pavorosas cifras de malnutridos y fallecidos por hambruna.

Es verdad que hay cosas que hemos ido aprendiendo. Por ejemplo, que los microcréditos pueden ser más eficaces en la ayuda al desarrollo que los grandes donativos a fondo perdido a los Gobiernos corruptos. O que la liberalización del comercio incluye la supresión de aranceles a los productos del tercer mundo. O que las explotaciones intensivas o las semillas industrializadas pueden ser peligrosas y sustituyen modos de vida tradicionales que resultan más eficaces a largo plazo.

Pero las cifras demuestran que seguimos prefiriendo perseguir nuestros intereses mediante guerras o imponer nuestras ambiciones vitales al gesto de esforzarnos sencillamente por usar la inteligencia y el poder para que todo el mundo tenga algo que comer.