Gaspar Rosety
Preciado en Asturias
Ya se sabe que el Principado es tierra de deportes y deportistas, que allí encuentran la vocación y la devoción, el esfuerzo, el sacrificio y la generosidad del trabajo. Desde Herminio Menéndez hasta Fernando Alonso, Asturias ha dado excelentes medallistas olímpicos y campeones del mundo. Sin embargo lo mejor de esta tierra bendecida por Dios y por la Historia, merece su mejor fama a las bondades de sus habitantes y de quienes se avecinan en ella.
Manolo Preciado fue un caso más. Tuve ocasión de sentarme en su mesa de Casa Belarmino, cerca del cabo Peñas, donde Ramona y Juan Luis le servían cada jueves una chopa al ajillo, el afamado arroz con pitu de caleya, previos al solomillo de leche y a una partida de mus. Manolo dejó su sello en este recóndito y maravilloso paraje donde, con unos vaqueros y unas zapatillas, improvisaba un partido de fútbol sobre la hierba con los amigos.
Cuatro días en el Principado de Asturias sirven para comprobar el cariño que dejó este hombre maltratado por la vida y bienhechor con sus semejantes. Lo quieren Miguel Ángel de Dios en el Bodegón de Teatinos de Oviedo, Isabel y Manolo en La Tenada de Illas, donde acudió hace unos meses la Reina Doña Letizia y ejerce don Ceferino de cura ejemplar con seis hijos; Ricardo en el Llagar de Begoña y José Cristóbal en El Planeta de Gijón. Manolo Preciado ha dejado amigos por todos los rincones y no hay un bar donde no se le recuerde.
Es bueno comprobar que el fútbol transmite también la bonhomía de los seres humanos. Preciado es un culto a la amistad.
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