Miguel Ors

Presunto Nadal y presunta Bachelot

La Razón
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L7 Rosety

Se ha ido al más allá Gaspar Rosety. ¿Que qué es el más allá? Nadie lo sabe, sólo Dios. Hay que creer en el más allá como se cree en Dios: por fe. ¿Y qué es la fe? Creer en el más allá y en Dios. Misterioso galimatías, lo sé. Rosety, en vida, amó apasionadamente la radio como apasionadamente aman los futbolistas el dinero del Barça o del Real Madrid. En un viaje, hace años, hablamos no de fútbol, sino de Dios. Los dos acabábamos de leer un libro de Antonio Arias sobre la vida de Jesús. Me preguntó:

–A la vez que me ha gustado, me ha desazonado. ¿Quién crees tú que fue Jesús?

–Esa duda que tú tienes, también la tengo yo. Existió: esto es un hecho. El otro hecho es que dicen que resucitó.

–¿Crees que resucitó?

–Quiero creerlo. ¿Qué gano con no creerlo? Nada. ¿Qué gano creyéndolo? Esperanza, alegría, optimismo.

Asintió:

–Me has metido un formidable gol de credibilidad. Fíjate: celebro el gol que me has metido.

No es la primera vez que escribo esta anécdota. Rosety: sobresaliente periodista radiofónico y sobresaliente cristiano (a pesar de las dudas). Rosety: otro compañero que se va al más allá. Y es que a determinada edad, los viajes al esotérico más allá de las personas queridas dañan sensiblemente el ánimo. Ya lo creo.

X9 Globalización

El fútbol es también ganar y no dejar ganar. Lo que euforiza es el gol. A veces, sin embargo, la gloria de la victoria es cosa del portero, y el portero es el antigol. Loado sea Keylor por su actuación contra el Roma o la Roma, que tanto monta, farallón de las frustradas ilusiones de gol de los italianos. Keylor suma 720 minutos sin recibir un gol, según los aritméticos de la Champions. Keylor, el otro día, dijo que «el Real Madrid siempre vuelve». Es verdad. La Champions, antes que la Liga, es su cortijo preferido, como el cortijo preferido de nuestros políticos es, antes que España, la Moncloa.

–¡Hombre, no! No seas tan cruel con ellos.

–¡Hombre, sí! Igual de cruel que ellos con nosotros.

La otra nota dulce del partido fue Lucas Vázquez, indígena de la cantera. Veloz, osado, creativo, gallego (nunca saben los defensas si va o viene). Él, Sergio Ramos y Jesé fueron la parca representación hispana en el globalizado Real Madrid.

–¿Te gusta la globalización?

–Claro que sí. Pero con más españoles.

J10 Decir, pensar

Dicen los que saben que somos lo que pensamos y lo que decimos. ¿Es eso verdad? Tal vez. Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, y Valentino Rossi, el resentido motorista. La señora Colau debe de pensar, a pesar de su virulento ateísmo, que «la verdad es ella». La señora Colau, a quien Dios no le ha dado la gracia física de «la» Sharapova (salta palmariamente a la vista), ni el aura del sentimiento liberal, es una «demócrata» visceralmente descortés y agria con la Iglesia, con el Ejercito y con la Monarquía.

–Por lo tanto, visceralmente sectaria.

Ésa es su pena, penita, pena para su desgracia y desgracia de los catalanes. ¿Odia? ¿Por qué odia? Seta venenosa el odio.

¿Odia Rossi? También, desgraciadamente. Sigue sin olvidar. «Estrechar la mano de Marc Márquez –insiste al cabo de los meses– sería una hipocresía. Nuestra relación, después de lo que pasó, nunca podrá ser reparada».

Setas tóxicas, pues, las maneras de decir y de pensar de la tristemente populista, y encima alcaldesa de la bella Barcelona, Ada Colau, y del genial (lo fue, quizá vuelva a serlo si se lo permite Marc Márquez) Valentino Rossi.

Me lo decía el otro día un amigo que todavía no peina canas, o sea que vino al mundo en este «siglo»:

–Tenemos una democracia de camisas arremangadas, vaqueros, mal gusto y caducados populismos. Si la ética es importante, también la estética.

V11 Cachondeo

La francesa Roselyne Bachelot, ex ministra de Sanidad y Deportes de la época de Nicolás Sarkozy (2005-2014), acaba de acusar de dopaje a Rafa Nadal. Sin prueba ninguna. Nadal, pues, ya, inocente o no, es un «presunto». Eso, socialmente, es manchar intolerable e impunemente el honor de una persona. ¿Por qué no es ella ya, también, a la vez, «presunta» culpable de acusación? ¿Por qué ha de ser siempre el acusado el presunto y nunca el acusador? Esto de que exista la presunción de inocencia para el acusado y no exista la presunción de culpabilidad para el acusador da la sensación de vacío jurídico. Pues a partir de ahora quien realmente tiene que fastidiarse con el incómodo ajetreo de la demanda es el presunto inocente, o sea Nadal, y no la presunta agraviadora, o sea la señora Bachelot.