José María Marco
Primarias
Quizás en algún otro mundo, en una sociedad tranquila y confiada, las primarias reflejen el estado de la opinión general y los candidatos victoriosos representen amplias colaciones volcadas en el bien común. En los tiempos que corren, las primarias son algo muy distinto. (Así ocurre incluso en Estados Unidos, que no es un sistema político diferente; es otra civilización).
Lo que significan de verdad las primarias se percibe muy bien en el caso de la izquierda. Hoy en día, la izquierda carece de un programa creíble, una idea al menos, para promover la estabilidad y la prosperidad. La izquierda no podía salir indemne del hundimiento del socialismo real ocurrido entre 1968 y 1989. Hubo muchas ilusiones al respecto, pero aquellas ensoñaciones se han revelado falsas. Lo que ha surgido desde entonces han sido movimientos ultrafantásticos, siempre relacionados con los círculos cerrados de la universidad y el muy poblado submundo subvencionado, que no saben ni quieren saber la realidad del mundo. Esta es la nueva izquierda, de la que en España tenemos un buen ejemplo.
Mientras, la izquierda clásica busca un espacio cada vez más estrecho entre las alternativas ultras y la realidad. Y lo hace recurriendo a las primarias que, como es natural, de ser un intento de renovación, se han convertido en el instrumento ideal para la rendición de cuentas entre facciones cada vez más asfixiadas. Así ocurrió con Corbyn en Gran Bretaña, también –en cierto modo– con aquel macroplebiscito que fue el referéndum que la izquierda italiana aprovechó para alancear a Renzi. Y así acaba de ocurrir en Francia, donde el ajuste de cuentas entre grupos socialistas llevó a la salida de Macron del escenario socialista antes incluso de las primarias asesinas y a la elección de un oscuro y repelente jacobino que no alcanzará el 15% del respaldo electoral en las presidenciales.
Algo parecido ocurrirá con Pedro Sánchez en nuestro país. Los partidos de izquierda eligen candidatos que saben, con absoluta seguridad, que no van a llegar al poder. Están enfrascados en su propia agonía, que intentan disfrazar de regeneración. Eso sí, en cada país, cada uno de estos candidatos hará un daño distinto. Aquí, por ejemplo, el efecto de la elección de Pedro Sánchez al frente del PSOE serán unas nuevas elecciones y entre unos 20 ó 30 diputados más para la mayoría del PP.
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