José María Marco
Rajoy o el principio de realidad convertido en el centro del debate
Lo disimula como puede, pero no lo puede evitar. A Rajoy se le notó que consideraba a sus adversarios unos becarios en prácticas. No le faltaba razón. Sus adversarios, con bastante torpeza, lo convirtieron en el centro del debate precisamente porque representa lo que es: el principio de realidad, lo que ha habido que hacer para empezar a salir de la crisis, los sacrificios que ha habido que afrontar para que el país no acabara quebrado en 2012, después de siete años de políticas socialistas. Hay algo más. Los adversarios de Rajoy no mostraron sólo la actitud de quien fantasea sobre la realidad esperando que la realidad le haga caso, algo que no ocurre jamás. También dieron muestra de su mentalidad irremediable de empleados. El único comportamiento que conocen consiste en obedecer y quejarse. Ante eso, Rajoy, que en teoría encarna la esencia misma del empleado público, resulta ser un arriesgado empresario.
Es el único que ha arreglado las cosas, el único –con Rivera- que propuso, el único que quiere perseverar en el cambio. Perseverar quiere decir también trabajar y esforzarse para seguir siendo la cuarta economía de Europa. Y perseverar quiere decir centrarse en crear las condiciones que permitan continuar en lo que ya se ha logrado: crear en los próximos cuatro años dos millones de empleos, medio millón al año, como está ocurriendo ya. Rajoy encarnó esa posición de solidez y se pudo permitir dar lecciones. Otra de las que hizo fue no atacar con la demagogia y la mentira sistemática, como le atacaron a él. Quizás en este punto no hubiera venido mal algo más de agresividad, pero está claro que Rajoy estaba convencido que los votantes entenderán la posición de quien sabe de lo que está hablando y no se dejarán seducir por promesas huecas.
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