Irene Villa
Razón de peso
Hay ideas que matan. Cuando calan tan fuerte que nublan el intelecto y el sentido común hasta hacerlos inútiles, aparecen protagonistas de las peores noticias, como el noruego Anders Breivik, que afirma que luchará «hasta la muerte» por el nacionalsocialismo. Seguro que se acuerdan de la masacre que perpetró en 2011. Fue condenado a 21 años de cárcel, el máximo permitido en la legislación noruega, una condena con posibilidad de ser ampliada, por asesinar a 77 personas, la mayoría adolescentes de juventudes laboristas. Se disfrazó de policía y durante más de una hora estuvo disparando sin que nadie le abatiera, contra todos esos jóvenes atrapados en la isla Utoya. Les acusaba de apoyar el multiculturalismo. Son muchos los que comparten unas ideas que incitan al odio y a la discriminación, algo que nuestro código penal recoge como delito. El artículo 510 alude a penas de cárcel si existe discriminación o violencia por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, orientación sexual, enfermedad, minusvalía... Que sepan quienes defienden ideas patrióticas como la pureza de la raza, o nacionalismos excluyentes, independentismos... que sus principios tienen un cariz criminal. Tanto la extrema derecha como la extrema izquierda han protagonizado episodios tan terroríficos como el provocado por el execrable asesino noruego, quien acusó ayer al Estado noruego de ser tratado de forma «inhumana y degradante». Se ha quejado de que en el tiempo que ha pasado en prisión ha sido sometido a 885 registros corporales con desnudos «humillantes» y que «carecen de sentido». Como humanista y defensora de los derechos humanos, creo que quien ha ocasionado tal dolor solo tiene derecho a cumplir su condena íntegra. Porque el que la hace la paga. Es sorprendente, y doloroso también para las víctimas en particular y la sociedad en general, que «circunstancias humanitarias» hayan servido para suavizar condenas o dar protagonismo a quienes actuaron sin atisbo de humanismo. La Justicia noruega tiene una razón de peso: es un individuo extremadamente peligroso, y no debe comunicarse con simpatizantes susceptibles de cometer nuevos atentados.
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