César Vidal
Refocilarse en la vileza
Durante el gobierno de ZP, un Parlamento controlado por izquierdas y nacionalistas aprobó la ley de memoria histórica. La Historia no se construye sobre la memoria y la memoria jamás puede tener el rigor de la Historia, pero aquel texto tenía otras finalidades. La primera era imponer políticamente un relato absolutamente falso de la guerra civil blanqueando al bando derrotado hasta convertirlo en portador de virtudes de que careció totalmente como la defensa de la libertad y de la democracia y, a la vez, satanizando totalmente a los vencedores. La segunda era trasladar esa indecencia moral e historiográfica al panorama político para convertir a izquierdas y nacionalistas en supuestos herederos de unos héroes de la democracia que nunca existieron y asimilar al PP con el franquismo. Así, se intentaba dotar de un plus moral a fuerzas con un terrible pasado de sangre como el PNV, la ERC, el PSOE y el PCE y se infamaba al único partido que no había participado en la guerra civil. La tercera era utilizar el dinero arrancado de los bolsillos de todos los españoles para satisfacer a clientelas como los partidos de izquierda y nacionalistas, los sindicatos –incluso si, como CCOO, no habían existido durante la guerra civil– las fundaciones relacionadas con unos y con otros, y una caterva de buscadores de rentas entre los que destacarían profesores de nula calidad académica, pero inmenso sectarismo político. La llegada de Podemos al poder ha permitido profundizar aún más en la indignidad. En los últimos días, en Madrid, se ha retirado la placa que recordaba el fusilamiento de unos frailes –nadie debe saber que los «defensores de la democracia» asesinaron a decenas de miles simplemente por lo que pensaban o creían– se ha arrancado la que hacía referencia a un joven asesinado por las izquierdas y se ha destrozado cobardemente el monumento al alférez provisional. Igualmente, se pretende ocultar el miserable asesinato de José Calvo Sotelo, jefe de la oposición al Frente popular, perpetrado antes de la guerra civil por miembros de la escolta del socialista Indalecio Prieto. Resulta incalificable que esto lo haga gente que persiste en honrar al responsable de las matanzas de Paracuellos, el único acto de genocidio cometido durante la guerra civil. El espectro de la guerra civil se perpetuará en España mientras no se asuman las atrocidades de ambos bandos y se mire hacia adelante en un proyecto nacional común. Demasiado quizá para los que, entre sueños de nuevas checas, se refocilan en la vileza.
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