José María Marco

Refundación

Una de las manías más pesadas de la izquierda española consiste en afirmar que el sistema democrático no funciona... cuando no gobierna la izquierda. Siempre estamos en lo mismo. La derecha no es democrática, el PP es un partido de ultras peligrosos y los gobiernos populares son unos nostálgicos obsesionados con acabar con los derechos sociales. La cosa –porque no tiene otro nombre– tuvo algún interés en los años ochenta. Después, sin embargo, no ha tenido el menor viso de realidad, y cabe preguntarse si no será la obcecación en mantener algo tan desconectado de la realidad lo que ha llevado al PSOE a no alcanzar la mayoría absoluta desde hace más de veinte años.

Los socialistas, con un nuevo equipo a la cabeza, tienen ahora la oportunidad de despejar sus fantasías propagandísticas –que confunden con la ideología– y encarar con realismo la situación. Pues bien, se siguen escuchando voces próximas al socialismo que insisten en que el sistema, es decir lo que ha hecho posible cuarenta años de prosperidad y de libertad, está quebrado. Volvemos a la antigua propaganda, con una diferencia, sustancial. Y es que ahora al PSOE le ha salido un competidor por la izquierda, un competidor populista y antisistema en serio, no como el PSOE, que lo es hasta que deja de serlo. Este juego de señoritos está en el origen de Podemos, y por eso al PSOE le resulta ahora mucho más difícil que hace unos meses declararse portador de las esencias impolutas de la democracia. Ahora son otros los que las exhiben.

Es verdad que estamos en un momento de refundación. No es, sin embargo, la refundación del sistema de partidos, sino de algo mucho más serio. En los próximos años, tendremos que decidir qué servicios esenciales salvamos del Estado de Bienestar para preservar la democracia liberal. Lo mejor para todos sería proceder a las reformas poco a poco, alternando las diversas perspectivas que ofrecen dos grandes organizaciones, una de centro derecha y otra de centro izquierda. También se puede declarar en ruina el sistema, hacer lo posible para bloquear cualquier reforma y esperar a que eso le dé el poder a quien ha adoptado esa posición. Entonces, sin embargo, aparecerán los populistas de verdad. Reclamarán el premio y, como es lógico, se lo llevarán. En vez de lanzarse a refundar un sistema que ha funcionado bien, estaría mejor que los socialistas se refundaran a sí mismos de una vez.