Julián Redondo

Regalo envenenado

A Luis Enrique le costó arrancar al Celta, tardó; pero lo consiguió. Al aceptar el reto de entrenar al Barcelona, el salto podría convertirse en estratosférico, como el de Felix Baumgartner, o en mortal, porque en los grandes clubes no hay más red que los resultados. Cuando le refuercen la defensa y le separen el grano de la paja –los Song que sobran– habrá ganado algo: seguridad y tiempo. A poco más de un mes para el comienzo de la Liga se enfrenta a problemas trascendentales. Suplir a Xavi, el generador del estilo, es cuestión mayor; acostumbrar a Messi, Neymar y Luis Suárez a mezclarse tampoco es asunto baladí. Messi está en el limbo; Neymar, en la enfermería, y Suárez, en la «cárcel».

Pretendía Messi salir de Brasil con la Copa y entró en Argentina con un Balón de Oro que desprecia. Su rendimiento no ha distado del ofrecido esta temporada. Urge recuperarle, física y anímicamente, para que la carrera que protagonizó contra Hummels no sea sólo un recuerdo; mas el fútbol no tiene memoria. Hay que recuperar a Messi y mezclarle conNeymar para que el equipo crezca y no merme. El brasileño exhibe todo su talento sin Leo; junto a él, lo administra con cuentagotas porque le cohíbe. Neymar llegará justito tras el rodillazo de Zapata. En cuanto a Suárez, debería querellarse contra la FIFA, no por perderse 9 partidos, sino porque cuando termine la atroz condena, no habrá podido entrenarse como es su obligación porque la FIFA le impide ser profesional. Luis Enrique hereda un equipazo, surtido de caramelos envenenados.