José María Marco

Rescate

La Razón
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La victoria de los nacionalistas locales en Córcega apunta a una realidad que poco tiene que ver con los esquemas aplicados hasta hace poco tiempo en la política europea. Ni Gran Bretaña era inmune al populismo como el que llevó al Brexit, ni la República Francesa, con un «relato» que desde este lado de los Pirineos se suele considerar modélico, está a salvo del veneno nacionalista.

Para comprender la victoria de los corsos, hay que recordar el fenómeno del hundimiento de los partidos tradicionales que ha llevado al triunfo de Macron y su movimiento En Marcha en las últimas elecciones. De las ruinas del antiguo paisaje político emergen nuevas fuerzas modernizadoras, pero también movimientos que difícilmente van a ser compatibles con la democracia liberal y con la UE tal como la conocemos hasta aquí. Los españoles sabemos de primera mano cuáles son los objetivos de estos movimientos populistas y nacionalistas. Y para detenerlos, también sabemos que no hay fórmulas mágicas. Está el recurso al derecho, que debe llevar, como está ocurriendo en nuestro país (véase el editorial de LA RAZÓN de ayer lunes), a que los nacional populistas se enfrenten a todas y cada una de sus responsabilidades. Y está la articulación de una mayoría no nacionalista, cuyos primeros pasos se han dado con la puesta en marcha del artículo 155, aunque se tenían que haber ensayado después de las elecciones de 2015, cuando se comprobó que el modelo de bipartidismo con los nacionalistas de fiel de la balanza había entrado en crisis.

Las estridencias de una campaña electoral no deberían llevar a pensar que el proceso de independencia sigue vivo. No lo está, aunque, por otro lado, lo que sigue teniendo pujanza es la tentación nacionalista, como indica lo ocurrido en Córcega. Así que una vez pasadas las elecciones catalanas, y sea cual sea el resultado, los tres partidos nacionales y constitucionalistas habrán de afrontar el reto común de apuntalar otra vez la monarquía parlamentaria, que es la forma de la democracia liberal en nuestro país. Es un proyecto en el que esos mismos partidos se juegan su supervivencia. Mientras tanto, caben otros medios, como seguir fomentando la modernización, el crecimiento y el empleo. Claro que para eso sólo parecen dispuestos dos de los tres partidos.