Lucas Haurie

Respeto u obstrucción

La Congregación Salesiana tomará a su cargo la defensa jurídica de Francisco Javier López Luna, el sacerdote que aprovechó (presuntamente) su cargo de director de un colegio en Cádiz para atentar contra la integridad moral y sexual de varios alumnos. Convencidos de que existen indicios que podrán llevar a demostrar su inocencia, los hermanos salesianos pagarán a un abogado pero, mientras tanto, ya han apartado al incriminado de todas sus funciones y han abierto un proceso interno tendente a su expulsión si se confirmasen las sevicias. Sucede que, por ahora, son dos los denunciantes e innúmeros los testimonios absolventes de chavales que han colaborado estrechamente con López Luna. Contrasta, o sea, la actitud de respeto total hacia la administración de justicia de esta institución religiosa (al César lo que es del César: lo tienen aprendido desde hace 2.000 años) con las trampas mediante las que la Junta obstaculiza los procesos en los que se ven incursos sus cuadros: personaciones ficticias como acusación particular, recursos frenadores del proceso para cada auto, insidias contra los magistrados sin ahorrarse detalles personales escabrosos, acoso a los testigos, denegación de información al juzgado y, por supuesto, asistencia legal a cargo del contribuyente para quien la solicite porque los abogados buenos cobran mucho dinero y a la gente se le suelta la lengua en proporción directa al aligeramiento del bolsillo. Le profesan al partido y al líder una lealtad meramente contable que conviene regar para que no se marchite justo en el momento de la deposición. Para que no canten, vaya.