Pedro Narváez
Riverauta
Tiene una de las mejores cabezas de entre las 350 que pesan sobre los hombros de los diputados presentes. Por eso es lógico que el cerebro del Ciudadano Girauta jibarice la de Albert Rivera de tal manera que según pasan los días el cuerpo de Albert se mantiene impoluto en la candidez mientras su estrategia intelectual somatiza la ideología girautana, pura cepa socialista, conocedora –así lo refleja en sus libros– de los desmanes de sus antiguos compañeros de partido. La partida es cuasiperfecta. Toma al PSOE como catapulta en una investidura de mentirijillas para arañar votos a la izquierda (qué más da que se quedaran en el camino las diputaciones si todo era papel mojado) mientras pone en marcha el acoso y derribo a Rajoy, al que parte de la derecha mediática ya le ha puesto fecha de caducidad sin disimulo y aplaude medidas de Albert que si las hubiera redactado Rajoy serían diana para dardos envenenados. Entre otros motivos porque buena parte de ese programa de Gobierno de juguete ya está aprobado por el que todavía anda en funciones. La jugada es quedarse con los sufragios conservadores que han comprado el «no» al presidente y con los moderados de izquierda que no acaban de ver a Pedro Sánchez al mando de la nave.
Con el disfraz del centro derecha, el objetivo es convertirse en el PSOE que pudo haber sido y no fue, ése que debiera ser firme con la unidad de España y aún no se ha deshecho de su pasado. Del asesinato de Calvo Sotelo a la cal viva, que es la nueva memoria histórica que resucita Podemos. Riverauta ha metido la zorra entre las gallinas del PP para que no dejen poner el huevo a Rajoy y, visto el debate, obliga a Sánchez a escorarse al extremo para que el lobo Iglesias no termine de zamparse a sus ovejas. Así, Ciudadanos, al que muchos veían como el nuevo PP puede, un educado codazo por aquí y otro por allá, ser también el nuevo PSOE. Sin derramar una gota de hiel.
La conversión de Rivera en Girauta ha tardado lo que dos o tres telediarios. A Albert le toca el papel de novio despechado. Rajoy es malo. Punto. Ése es el mantra que ha de repetir para que cale entre sus simpatizantes hasta el 26-J. No hay más argumentos. Los mismos que tiene Sánchez sólo que con alguna pincelada de eso que llaman justicia social. La pinza no es la de PP y Podemos sino la de C’s y PSOE contra el candidato más votado. Ciudadanos es un Frankenstein amable al que le faltaba la mutación de su cerebro, esa operación que terminó de realizar Girauta el 1 de marzo mientras los focos se dirigían como siempre al circo de los besos, los abrazos rotos y la voladura controlada de unos puentes que sólo existían en la imaginación periodística. Está por ver quién saca más rédito de este movimiento en el tablero. Riverauta tiene que multiplicar sus 40 escaños para que los 130 votos de la no investidura se conviertan en 176 o encomendarse a los Toros de Guisando de la viejuna EGB para que corneen al maestro.
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