Julián Redondo
Sabandijas en la red
Los buenos ejemplos fomentan valores, principios, educación y respeto. Se envidia al rico Epulón en vida, o se le odia por su abundancia, por el infortunio de Lázaro, y se admira a Einstein, que dijo: «Los grandes espíritus siempre han encontrado una violenta oposición de parte de mentes mediocres». Los mezquinos utilizan el sayo del cobarde y ocultos en el anonimato escupen lascas. Hoy, la red es su escondrijo, rincón universal que sirve a unos para mostrar su felicidad, o a su hijo, en lugar de vender la exclusiva a una revista, y a otros para vomitar iniquidad. El perfil inhumano de estas sabandijas, no la milonga que aparece en Twitter o Instagram, se alimenta por lo general con modelos de sujetos que van de auténticos por la vida. Tipos que predican el evangelio de sátrapas como Castro o Chávez mientras gastan fortunas en Rolex y otras menudencias capitalistas. Individuos que ponen velas al Barça y al Madrid, antisistemas que dan el cante en la Liga, la Premier y el Calcio, valientes que, rodeados de sus secuaces, encierran en una habitación a un periodista para insultarle. Contagian los buenos ejemplos, afortunadamente, pero también los deplorables. Por eso no es de extrañar la proliferación de «hijos de puta» y «gilipollas» –utilizo las palabras de Casillas– que, amparados en la clandestinidad, se atreven a decir en 140 caracteres barbaridades que exigen persecución y condena. Desechos de tienta que no merecen más respuesta que la de Iker.
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