Literatura

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Sánchez Ferlosio

La Razón
La RazónLa Razón

Platón fue claro en su caverna que dejando al albur que algún entretenido con las sombras girar por un ruido y contemplara la realidad. Hoy es habitual el vidrio de cara espejada y transparente por detrás mediante laca aclarada. No es solo mobiliario de comisarías. Por lo general observamos lo que vemos, que es poco y deformante, e ignoramos a «Alicia a través del espejo» del diácono anglicano Lewis Carroll, que no fue un pedófilo sino un transido por la belleza de las niñas y un reconocido matemático. El gran y olvidado Mourlane Michelena dejó al menos aquello de «¡qué país, que paisaje y que paisanaje!». Como en la docente gruta griega o en los más prosaicos espejos lacados, una élite silente habita sin que podamos advertirla dando por únicos los raídos remiendos de lo que creemos realidad. En «Soldados de Salamina», Cercas incluye el doble «fusilamiento» de Rafael Sánchez Mazas, gran prosista, número 4 de Falange y nada dado al asesinato patriótico. Cayó indemne en tumulto y un piquetero, le apuntó sin disparar. Franco le hizo ministro hasta que ordenó a un ujier retirar su silla porque nunca acudía a los Consejos. Su hijo le ha superado en todo, hasta en escepticismo, porque probablemente es miembro de la cofradía de los Síndrome de Asperger (Newton, Einstein...), sólo hace excelsamente lo que le gusta e ignora que la publicidad está inventada. En una entrevista para un diario italiano (él es romano hasta de cabeza), Arcadi Espada (tenía que ser él) da cuenta de la edición completa de su obra muy desperdigada en los medios. Fue cuñado de Víctor Pradera, preocupado por la mella de su individualista genialidad. Separado de Carmina Martín Gaite, aparejó sus muebles como inspirado ebanista y organizó su trabajo intelectual estudiando, pensando y escribiendo 72 horas consecutivas, dedicando 24 a la alimentación y el descanso. Con enternecedora timidez me pidió lugar en mi periódico y casi le imploré genuflexo. Después solicitó presentación en otro medio y le hice una tercería con José Luís Gutiérrez sin inquirir su descontento. Antes que J.D. Salinger y su «Guardián en el centeno», cautivó a una generación de postguerra con «El Jarama» e «Industrias y andanzas de Alfanhuí». Todo lo abandonó para alcanzar el centro de la Tierra de la gramática, y jamás se le ve detrás del espejo. Él, que ni es Académico, es pálpito de la inteligencia; casi todo lo demás son las sombras que abren los telediarios.