Julián Cabrera
Saulo «ZP»
Las primeras derivadas de lo ocurrido hace unas horas en el Congreso de los Diputados arrancan hoy mismo, en el «día después». Y en este punto a nadie con un mínimo de sentido común de la política se le escapa que algunas voces pueden estar especialmente autorizadas a la hora de defender la integridad territorial del Estado. Tal vez a los jarrones chinos les quede alguna utilidad más allá de ornamentar una esquina del salón.
Los ex presidentes cuentan con la ventaja de no estar ya en la primera línea de la responsabilidad política y pueden decir cosas que habrían callado como inquilinos de La Moncloa. Como he conocido a tres de ellos bastante de cerca, incluso me permitiré afirmar que en casos como el de Rodríguez Zapatero, su condición de «ex» viene –quién lo iba a decir– a transfigurarle.
Es verdad que ZP cometió el padre de todos los errores sin reparar y haciendo suyos los primeros trazos del «estatut», pero también es cierto, y así hay que reconocerlo, que si alguien apuesta hoy desde las filas del PSOE por el necesario entendimiento entre Pérez Rubalcaba y Rajoy frente al órdago soberanista catalán, ése es el político leonés.
La actitud de Rodríguez Zapatero no es casual a pesar de las críticas de un sector de la dirección socialista que le acusa de abogar por un gran pacto de Estado con el partido popular. Tampoco es casual que hace días el otro ex presidente socialista, Felipe González, se ofreciera a Rajoy para «echar una mano» ante el desafío independentista de Artur Mas. La gravedad de la situación requiere de una urgente altura de miras. Y si ZP se ha caído como Saulo del caballo, démosle la bienvenida porque igual aparece redimido como un buen ex presidente.
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