Alfonso Ussía

Seguí

Vox nació de un sector decepcionado del Partido Popular, quizá con más precipitación que motivos. Si todos los decepcionados en alguna ocasión por una actuación o una postura mal entendida de su partido político fundaran un partido nuevo, en España existirían veinte millones de partidos políticos. Ya lo dijo Churchill. El Rey británico lo es de cuarenta millones de ciudadanos; el Rey de España, de treinta millones de reyes. Vox consiguió unos resultados aceptables, pero no alcanzó el mínimo para obtener una representación. Para mí, Vox tiene tres nombres correspondientes a tres personas que merecen todo mi respeto. José Antonio Ortega Lara, Santiago Abascal y Cristina Seguí. La rotunda dignidad del sufrimiento derrotado en el primero, el esfuerzo constante en defensa de las víctimas del terrorismo el segundo, y su mejor y más activa embajadora, la tercera.

A Vox no se le abrieron todas las puertas de los medios de comunicación. Luchó en desigualdad de condiciones y sólo los esfuerzos individuales fueron capaces de superar la muralla del silencio. Ahora le dicen de todo, hasta prostituta, a Cristina Seguí por conceder una entrevista al semanario «Interviú». No es, efectivamente, el semanario que mejor encaja en la imagen de una política, pero es un medio implantado en la sociedad con muchos lectores. Aprovechan los enemigos de Cristina Seguí en su partido para arremeter contra ella por dos o tres respuestas de su pasado absolutamente irrelevantes. Lo fundamental está en el coraje que ha tenido para acusar al presidente de Vox de lucrarse a costa del partido. Intuyo que Vox puede desaparecer con esta trifulca, pero no sus personas válidas que tienen sitio en otras formaciones.

Alejo Vidal Quadras es, o era, otro personaje valioso. Consiguió en Cataluña los mejores resultados del Partido Popular. Tanto molestaron esos resultados a Jordi Pujol, que fue tratado como una mercancía durante la primera legislatura aznarista. La cabeza de Vidal Quadras fue entregada a Pujol a cambio del apoyo parlamentario en Madrid, y Alejo, al que mucho traté en aquellos tiempos, no superó su tragedia. Aznar lo desterró a Europa y Vidal Quadras se desterró a sí mismo, caminando por la política con una justificada pero excesivamente agobiante amargura. En Vox, dimitió de la presidencia veinticuatro horas después de no haber obtenido ni un sólo escaño. No obstante, dejó en la presidencia a uno de sus hombres de confianza, José Luis González Quirós, que es precisamente el señalado por Cristina Seguí de aprovechar su cargo para lucrarse. Lo de siempre. Una consultaría que factura a Vox y que pertenece al hijo del actual presidente.

Pero Cristina Seguí no merece ser insultada por haber denunciado su verdad en una entrevista en «Interviú». El típico diálogo machista que aún se oye en los trasfondos de nuestra política. -Usted se está beneficiando del partido-; - y usted es una puta-. No tendrá Cristina Seguí el apoyo del feminismo profesional español. Se trata de una mujer de ideas conservadoras, y en España, sólo son maltratadas las mujeres pertenecientes a las izquierdas dominantes. A las mujeres que no son de izquierdas, por principio, no se les considera su condición femenina. Aquí se le dice «fea» a una batasuna fea, y le caen meteoritos sobre la cabeza. Pero se le llama «prostituta» a una mujer que sólo ha ejercido, desde su nivel de información, el derecho a la libertad de opinión, y las feministas están reunidas, veraneando o con el móvil apagado y fuera de cobertura.

En las redes sociales, Cristina Seguí ha sido la dirigente de Vox más activa e incisiva. También, la más respetuosa con quienes le mostraban su desacuerdo o frivolizaban su espectacular apariencia física para denostarla. Lo siento por Ortega Lara, un español al que debo agradecimiento y admiración hasta el fin de mis días, y por Santiago Abascal, que no merece la interrupción de su digno objetivo. Se marcharon del PP porque el PP no quiso saber nada de ellos, como sucedió con María San Gil, a la que dejaron sin paraguas en el chaparrón vasco por una simple desavenencia con la política diseñada en la calle Génova. Ahí aguantan Esperanza Aguirre y Jaime Mayor. La primera con un posible horizonte de amnistía como candidata a la Alcaldía de Madrid –en caso contrario, Madrid se pierde para el PP–, y Jaime Mayor con un porvenir de olvido asegurado. Algo se hizo muy mal en el PP para perder a tantos militantes y simpatizantes de buena voluntad. De ahí nació Vox. Pero su vida será breve.

Cristina Seguí es sincera, no traidora; es valiente, no taimada; y es una mujer admirable, no una prostituta. Aclaro que no la he saludado nunca, por si las moscas, que hay demasiadas.