Agustín de Grado
Si...
La causa contra Rajoy se sostiene de momento en la elástica condicionalidad. El si..., sin tilde. Esa escueta conjunción que permitió a Kipling construir un memorable poema al hombre íntegro vertebra el asedio al presidente. «Si es que lo que apuntó en esta contabilidad Bárcenas es cierto», escribe «El Mundo» para dejar caer la comisión de varios delitos en el PP. «Si se demuestra que ha cobrado siendo ministro», argumenta el PSOE para reclamar un Gobierno que no nos mienta (¿Les suena, verdad?). Las elecciones fueron una estafa «si Rajoy ha mentido...», proclama Cayo Lara. ¿Y si no ha sucedido nada de eso? «Lo peor para el PP es que todo lo que dice Bárcenas resulta verosímil», responde una periodista y escritora de éxito. Esta es la cuestión. Vivimos tiempos donde lo verosímil se identifica con veraz, aunque lo veraz implica certeza, autenticidad irrefutable, y a lo verosímil le basta con apariencia creíble. Es la distancia que separa los dos ámbitos en que se disputa el «caso Bárcenas»: el de la justicia, necesitada de pruebas, y el de la opinión pública, alimentada también con sospechas.
Hay un juez intentando descubrir el origen de la fortuna amasada por el ex tesorero del PP. A la espera de lo que depare la investigación, sus manuscritos no prueban nada aún. Pero se han convertido en prueba de cargo para el Rajoy imperturbable al que un presunto delincuente enjaulado y una oposición gamberra le han invertido la carga de la prueba en el juicio abierto de una calle hastiada y descreída.
«Si crees en ti mismo cuando todo el mundo duda de ti / pero también tienes en cuenta sus dudas...». Kipling.
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