César Vidal

Si Cataluña se separase... (I)

La Razón
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A la vuelta de unas semanas, los habitantes de Cataluña están convocados a unas elecciones autonómicas que el nacionalismo ha convertido en un plebiscito sobre la independencia. Por supuesto, los independentistas no dejan de insistir en un mensaje que afirma que Cataluña estará mucho mejor tras la secesión ya que tendrá todo lo bueno del presente y nada de lo malo. La consigna lleva repitiéndose por activa y por pasiva desde hace décadas, pero semejante persistencia no ha logrado que pase de ser una mentira burda sólo apta para ignorantes, fanáticos, aprovechados y estúpidos. Los efectos de la salida de Cataluña de España, por desgracia para Mas y sus correligionarios, están más que calculados y, de entrada, implicarían el desplome de su comercio, el reparto de la deuda y la salida de la eurozona. Lo último lo han señalado ya dirigentes europeos de la talla de Merkel y Cameron. Si Cataluña se marcha de España, se verá fuera de la Unión Europea y tendrá que colocarse a la cola para poder entrar después de naciones de relevancia mínima. Pero los otros dos aspectos son peores aún si cabe. El efecto de los procesos de secesión en el comercio ha sido estudiado en casos previos. Si esa separación ha sido brusca – caso de Serbia y Croacia, por ejemplo – el comercio entre los dos territorios que antes estaban unidos se desploma en torno al ochenta por ciento. Si, por el contrario, es amistosa – caso de Chequia y Eslovaquia – la caída del comercio es de más del setenta por ciento. Con unas exportaciones que en más de un setenta por ciento se dirigen hacia el resto de España, una Cataluña separada perdería no menos del setenta por ciento de su comercio lo que se traduciría forzosamente en la estampida de las empresas catalanas hacia otras regiones españolas y un empobrecimiento de dimensiones colosales. Peor aún sería el episodio del reparto de la deuda porque Cataluña – como en todos los casos previos de secesión– tendría que llevarse su parte proporcional de la deuda española –en torno al 18,7 por ciento– más la deuda propia de la Generalidad. En total, se trataría de una suma cercana a los trescientos cincuenta mil millones de euros, es decir, el ciento ochenta por cien del PIB catalán. Dado que nadie compra deuda catalana –salvo Montoro– desde hace dos años, Cataluña tardaría horas en suspender pagos sin perspectiva alguna de poder remediar la situación. No estaría nada mal como inicio de su andadura independiente.