Ely del Valle
Sindicatos y política
E staba claro que la política de la tijera y de sanear a base de ajustar plantillas a productividad en vez de hacer lo contrario era un camino hacia ninguna parte. El Gobierno parece que se ha dado cuenta, por fín, y eso es una buena noticia. Nadie sale del agujero a bese de ahondar en él por mucho que Merkel se haya afanado con la excavadora. Ahora los que tienen que arrimar el hombro son los sindicatos, esos que siguen cobrando de los ERE como principal medio de subsistencia ante el recorte de subvenciones. Este lunes, la Confederación Europea de Sindicatos ha celebrado una cumbre bajo el lema «Celebrando el pasado, mirando hacia el futuro». La primera parte está clara: las organizaciones sindicales de nuestro país recibieron en 2011 175 millones de euros en subvenciones directas del Ministerio de Trabajo para cursos de formación de justificación, cuando menos, complicada. No cabe duda de que tienen motivos para celebrarlo. Lo de mirar al futuro es harina de otro costal. Con un país en el que el paro juvenil contamina al 50% de la población en edad de merecer, que los autoproclamados representantes del trabajador se sumen a las rebajas es lo que la mayoría espera. No creo, sin embargo que ese sea uno de sus objetivos. El capote que Shultz les ha echado animándoles a estar más presentes en Europa, es un arma de doble filo producto del desconocimiento que hay en Europa sobre la forma de funcionar de unos sindicatos para los que el que el pierde su puesto ha dejado de ser parte de su preocupacion. En España los autoproclamados representantes de los trabajadores siguen empeñados en cuidar la salud de quien la conserva y en minar la de un Gobierno al que por ser de derechas, consideran enemigo. El currante es lo de menos porque lo que prima es la ideología, y así, ya puede proponer el señor Rajoy lo que quiera, que lo que quiera será demonizado sí o sí. El problema de este país es la politización descarada de unos sindicatos de obediencia obligada no al trabajador sino IU y al PSOE, y mientras en Europa no sean conscientes de ello, mal vamos.
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