Política

Solo o a las urnas

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A medida que se van enfriando los ánimos y se disipa el humo de los cañonazos de la confrontación de hace unos días entre Sánchez e Iglesias, se va percibiendo que la sesión de investidura no supuso el punto de llegada de ningún viaje, sino una parada en el camino desde el que se abre una bifurcación.

Desde Moncloa solo se contemplan dos posibilidades, gobernar en solitario en septiembre o elecciones en noviembre. Parten de la premisa de que el resultado de la semana pasada tendrá efecto en Podemos porque evidenció que Pedro Sánchez está en modo elecciones y eso les hará recapacitar.

En esta nueva manera de hacer política, siempre queda la duda de si se trata de un farol de póker o de la ejecución precisa de una estrategia diseñada hace meses.

En el primero de los casos, el objeto sería amedrentar a Iglesias, bajo la premisa de que una repetición electoral le dejaría en una treintena de diputados. Eso, acompañado de una previsión de 140 diputados socialistas, que es lo que le dice al presidente el bueno de José Félix Tezanos al oído, significa que los electores castigarían duramente a quien no apoyó un gobierno de izquierdas. Al final, seguía haciendo falta un acuerdo con alguien.

También podría ocurrir que la posición de “o en solitario o nada”, sea una de fuerza de partida para debilitar las aspiraciones ministeriales de los morados que se verán presionados a medida que se aproxime la fecha de firma del decreto de nuevos comicios.

Que realmente se persiga un acuerdo o sea el relato de nuevas elecciones, solo está en las cabezas de Pedro Sánchez y de Iván Redondo. Esa privacidad garantiza que no haya fugas de información y mejora su eficacia pero, a cambio, genera muchas incertidumbres en las filas propias.

Primero, en los diputados y senadores electos. Una repetición significaría nuevos procesos de elaboración de listas y que los resultados electorales fueran iguales o mejores que el 28A, con los riesgos que eso conlleva para cada uno de ellos.

Por otro lado, están las dudas de los dirigentes territoriales que sí fueron capaces de cerrar acuerdos con Podemos o con Ciudadanos en su caso y que temen que todas estas convulsiones tengan réplica en sus feudos.

Por último, hay dudas en el núcleo más próximo al líder, divididos entre los que confían en las encuestas y los que no se fían nada. Estos últimos dan por hecho que ir a elecciones en noviembre solo beneficiaría al PP y que, incluso la suma de las derechas, podría ganar.

Después de todo esta alambicada maquinaria de tácticas y estrategias palaciegas, no se dan cuenta de que desde diciembre de 2015, hace casi cuatro años, en España no hay un gobierno estable.

Los líderes han demostrado que se les dan de lujo los movimientos a corto plazo, lo que deben demostrar ahora es que son capaces de pensar en los españoles antes que en ellos mismos.