Cástor Díaz Barrado
Solvencia de Puerto Rico
La situación política y jurídica de Puerto Rico es una anomalía histórica. El poder anglosajón fue capaz de apropiarse de una isla que, por sus orígenes y por su naturaleza, debería haberse constituido en un Estado soberano e independiente. A los anglosajones no les gusta lo latino, ni les ha gustado nunca, y tratan de eliminar cualquier vestigio de latinidad o hispanidad en las relaciones internacionales. En la sociedad internacional contemporánea se menosprecia lo latino y se ensalza lo anglosajón. Puerto Rico tenía futuro y, sin embargo, hoy se encuentra en la situación de no poder pagar las deudas, precisamente por su pertenencia, como Estado Libre Asociado, a Estados Unidos. Pertenecer a la gran potencia no les trae cuenta a los puertorriqueños. Los habitantes de la isla no sólo deben enfrentarse, día a día, a la voluntad de privarles de su propia identidad a través de acciones tanto directas como indirectas por parte del Gobierno de los Estados Unidos sino que, además, abocan a Puerto Rico a la suspensión de pagos generando lo que el gobernador de la isla, García Padilla, ha calificado como «la peor crisis fiscal y humana de su historia». Es imposible cambiar la historia, pero los puertorriqueños no se merecerían haber quedado bajo la férula de Estados Unidos. A pesar de haber defendido, denodadamente y sin descanso, el español como la lengua de Puerto Rico y aunque han triunfado en esta tarea, los puertorriqueños han perdido demasiado con su «adhesión», aunque sea parcial, a la potencia americana. No será fácil que la sociedad de Puerto Rico se incline finamente por la independencia. Seguramente, una crisis económica del contenido y alcance que está viviendo la isla, desde hace casi un decenio, le conduzca definitivamente a la integración plena con Estados Unidos. De nuevo, lo anglosajón se impondrá sobre lo latino, a pesar de que lo anglosajón signifique deuda y suspensión de pagos.
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