Ely del Valle

Suma y sigue

El asunto de los ERE andaluces amenaza con dejar reducido a la categoría de anécdota el milagro bíblico de la multiplicación de los panes y los peces. Allí donde la jueza Alaya pone los trastos de investigar, aparece una nueva partida irregular de dinero, un nuevo chanchullo, un nuevo y escandaloso trajín de fondos públicos que en el mejor de los casos se destinaron para lo que no se debía y en el peor, a forrar los bolsillos de un enjambre de zánganos con más cara que espalda y tan escasos de escrúpulos como sobrados de estómago.

Los ciudadanos normalitos nos perdemos entre las cifras apabullantes del todavía «presunto» escándalo. Ahora, a los mil cuatrocientos millones de euros que se calculaba que habían sido manejados de manera fraudulenta, hay que sumarles otros dieciocho más que al parecer se distribuyeron como confetis a través de programas de la Consejería de Empleo que por lo visto utilizó para llevar su contabilidad el mecanismo de los vasos comunicantes, pasando dinero de unas partidas a otras sin orden ni concierto. Eso sí, nadie se enteraba, ni controlaba, ni, por supuesto, se responsabiliza de semejante tejemaneje. Ni gestores directos, ni indirectos, ni reguladores, ni la Cámara de Cuentas autonómica que entre sus funciones tiene la de contribuir a que el ciudadano perciba que la Administración está controlada.

A medida que la investigación avanza, nos vamos enterando de que la capacidad reproductora del chanchullo andaluz sólo es comparable a la de la Chelonia mydas o tortuga verde, que es, por lo que me he podido documentar, el reptil más prolífico que existe.

Y mientras tanto, Griñan anda presumiendo de que la Junta destina dos millones de euros a dar tres comidas diarias en los colegios para cubrir las necesidades de los niños en riesgo de exclusión social. Ya le vale.