José Luis Requero
Tan deprisa, tan despacio
El legítimo deseo de tener un hijo no lo justifica todo. Hace tiempo escribí en estas páginas que las técnicas de reproducción humana asistida están cargadas de objeciones morales que exigen finura de conciencia para captarlas y fortaleza para asumirlas. A estas alturas estas técnicas lejos de revertir van a más, en número y alcance; es más, las posibles objeciones legales han ido cayendo y así la ley de 2006 da pie a la fecundación para la experimentación, incluso la clonación, lo que es inconstitucional, para lo que me remito a la doctrina del Tribunal Constitucional. Pero enderezar este panorama no trae a cuenta: sería «abrir un melón» que no reportaría beneficio político alguno. Se explica así la tolerancia, mirar para otro lado y que las aberraciones jurídicas y morales vayan en aumento.
Un ejemplo de esa degeneración es la llamada «maternidad por sustitución» o «vientre de alquiler». Mediante esta técnica se contrata a una mujer que cede o alquila su cuerpo, su útero, para que se le implante un embrión ajeno; o puede consistir en que, además de aportar su útero, aporte un óvulo, pero ya sea una u otra modalidad el objetivo siempre es el mismo: la entrega del nacido al contratante o contratantes. A su vez, si esos contratantes son una pareja homosexual según el origen del «material reproductivo» aumenta el grado de confusión de la relación filial resultante.
Las objeciones morales saltan a la vista, objeciones cuyo rechazo sólo se explica desde el acorchamiento de la conciencia, las exigencias de la ideología de género, la presión del «lobby» gay o, simplemente, por los intereses de organizaciones que trabajan en estos ámbitos. Como digo, las objeciones son obvias: a las propias de las técnicas de reproducción asistida se añade que, en este caso, se instrumentaliza a la mujer, la maternidad se disocia de la generación, el hijo es objeto de un negocio, se le niega conocer su filiación y da pie a situaciones aberrantes: que una abuela engendre a su nieto en sustitución de su hija estéril, o que una mujer pueda llegar a ser simultáneamente madre y tía de su hijo, en el caso de donación de ovocitos entre hermanas.
En España esos contratos son nulos y la filiación viene dada por el parto no por contrato; además la Constitución declara el derecho a investigar la paternidad. Esto ha llevado a que aquellas parejas que han logrado descendencia mediante esa suerte de «turismo reproductivo» en países donde es legal, hayan intentado inscribir como suyo a ese hijo de encargo en los registros consulares de España, lo que ha rechazado el Tribunal Supremo respecto de un «matrimonio» homosexual que solicitó la inscripción del nacimiento de sus hijos, nacidos en California.La base de tal rechazo está en esas objeciones legales, de forma que atribuir la condición de padres al «matrimonio» que contrató un útero se considera contraria al orden público internacional español e incompatible con la regulación de aspectos esenciales de las relaciones familiares inspiradas en los valores constitucionales de dignidad de la persona, respeto a su integridad moral y protección de la infancia.
Ante esta situación, de objetivo vacío legal, el Ministerio de Justicia se ha hecho eco de las reclamaciones de los afectados y trabaja para que los registros consulares inscriban automáticamente los nacimientos de niños nacidos mediante estos contratos. Para complicar las cosas, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha declarado que es contrario al Convenio Europeo de Derechos Humanos negar el reconocimiento de la filiación a los hijos nacidos mediante gestación por sustitución.
Como se ve, hay «lobbies» poderosos cuyos intereses triunfan aunque, según el Tribunal Supremo, esos intereses sean incompatibles con la dignidad de la persona. Sí que sorprende esta rápida reacción con la poca decisión para derogar la vigente ley del aborto, lo que es, además, una promesa electoral. Esto hace temer lo peor: o que se incumpla o que se cumpla en unos términos tan tibios que nada arregle y que enfurezca tanto a los detractores de esa reforma como a quienes votaron al partido que la prometió. Mientras, en lo que va de legislatura, los no nacidos muertos deben superar ya los doscientos mil. Pero no hay prisa.
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