Alfonso Merlos
Teatreros
Efectivamente. Lo suyo es puro teatro. Y desvergüenza. Porque hay que tener mucha para sostener que la Policía es la responsable última de los estragos, trastornos y desórdenes varios provocados el pasado fin de semana (¡y toquemos madera y porra para éste!).
Es intolerable que además de arrasar con buena parte del mobiliario urbano del centro de la capital estos impresentables sigan embistiendo, provocando, mintiendo, colocando sobre la mesa todos los ingredientes necesarios para mantener viva la llama de esta embrutecida, atolondrada y sectaria rebelión. Un callejón sin salida, un sendero de nihilismo, una celebración de la ignorancia, un homenaje a la degeneración.
Hay que frenarles en seco. No se les puede dejar el más mínimo margen de maniobra porque, si alguien lo dudaba hasta ahora, queda acreditado que los españoles tenemos enfrente a un puñado de profesionales del delito. Primero lo perpetran, luego lo niegan o lo justifican. A continuación culpan a los inocentes y a quienes les protegen. ¡Y tiro porque me toca! No nos preguntemos qué estamos haciendo mal los demócratas o qué no hemos hecho bien para llegar hasta aquí. La realidad es que lo nuestro ha sido casi la inacción. No la complacencia, pero sí el diseño de una estrategia para frenar estas peligrosísimas y lamentables algaradas que se ha revelado insuficiente, torcida, timorata. ¡Y hay que cambiarla! ¡¿O seguimos a remolque de estos bárbaros?!
Claro que no. Porque son mayoría los compatriotas que se sienten escandalizados ante tanta farsa, tanto cinismo, y ante explicaciones tan miopes como surrealistas sobre el origen de una violencia que tiene unos únicos responsables: los salvajes que la generan, quienes colaboran con ellos, quienes los amparan y los disculpan.
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