César Lumbreras
Temas de fondo (VI): Agua
Gracias al invierno y a la primavera, estaciones que han sido muy lluviosas, los embalses españoles cuentan con abundantes reservas de agua, incluso en las cuencas estructuralmente deficitarias. A título de ejemplo, la del Duero se encontraba a principios de esta semana al 92,7 por ciento y la del Ebro al 83,8; en el polo opuesto, la del Segura estaba al 37,2 por ciento y la del Júcar al 38,7 por ciento, cifras superiores a lo que suele ser habitual en ellas.
Afirmar en estas circunstancias que el agua es un problema puede parecer una exageración. Sin embargo, no lo es y los árboles no deben impedirnos ver el bosque: el agua es un problema de primer orden en España y deben buscarse las soluciones justo en los momentos de mayor tranquilidad. La política hidráulica de Aznar y el PP fue uno de los puntos más conflictivos de la campaña electoral de 2004. Zapatero hizo bandera del asunto y, gracias, en parte, a ello llegó al poder. Durante la primera Legislatura del que Iglesias, el líder de Podemos, considera el mejor presidente de la historia de España (horror, terror y pavor), el agua estuvo en el ojo del huracán y de la polémica gracias a Zapatero y a Cristina Narbona; en la segunda, las aguas volvieron en parte a su cauce por la gestión de Elena Espinosa y Josep Puxeu. Ahí ha seguido, salvo escaramuzas puntuales, durante la legislatura de Rajoy, en la que se han redactado los planes de cuenca, que acumulaban importantes retrasos.
Pero las épocas de sequía y de vacas flacas volverán y habrá que prepararse para ellas. Se trata de uno de los asuntos en los que hace falta un gran pacto de Estado. Lograrlo debería ser uno de los objetivos prioritarios de la próxima legislatura, suponiendo que sea estable y tenga una duración normal, algo difícil vistos los resultados de los sondeos. La máxima inspiradora bien podría ser: «con el agua no se juega».
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