PSOE
Test de estrés
Las primarias del PSOE concluyeron en junio y, en ese momento, el secretario general pidió unidad a todos los líderes del partido, que dieron por terminada la competición y se dispusieron a continuar con sus tareas regionales.
Sin embargo, quienes no compartieron trinchera con la dirección, están teniendo que bregarse con audacia en sus territorios. La sociedad valenciana ha asistido perpleja al hecho de que el Sr. Puig, que en un par de años ha conseguido consolidar su gobierno y que goza de la simpatía de una buena parte de la población, haya sido cuestionado por una parte del PSOE. Al presidente de Aragón, el Sr. Lambán, le han trazado su propio calvario y se han aprovechado vacíos de poder, como en La Rioja, para colonizar territorios y lograr adeptos.
Los jóvenes socialistas han celebrado su congreso este fin de semana, pero a su acto de clausura no ha acudido el secretario general del Partido Socialista, cuestión que ha sorprendido por ser una tradición y, casi, una obligación. El pecado purgado es que tanto el líder juvenil saliente, así como el entrante, no apoyaron al Sr. Sánchez el pasado mes de junio.
Tampoco es un buen indicador de las andaduras del «nuevo PSOE» el forcejeo que ha trascendido a los medios de comunicación entre la calle Ferraz y la dirección castellano manchega.
Pero los militantes socialistas están poniendo las cosas en su sitio, así lo han hecho el pasado domingo con importantes derrotas de los candidatos impulsados por la calle Ferraz y, es previsible que ocurra algo parecido en los próximos procesos locales. Incluso, pueden darse algunas sorpresas en federaciones tan divididas como la madrileña.
En todo caso, el mensaje de los afiliados ha sido muy claro, no están dispuestos a revanchismo de ningún tipo y han separado claramente el proceso nacional de los regionales.
La razón está inserta en la cultura del Partido Socialista, que nunca se ha guiado por coaliciones negativas, ni se ha sumado contra algo o alguien. No lo ha hecho ni dentro ni fuera de la organización, porque no es su libro de estilo. Sin embargo, últimamente todo parece confuso, quizá porque las palabras no se usan adecuadamente .
Por ejemplo, el uso del NO. Un hombre rebelde, decía Albert Camus, es un hombre que dice NO, es quien en un momento determinado dice: basta. Pero ese NO que dicen el hombre o la mujer que se rebelan, no es una negación sin más, no es un golpe de rabia, ni se alimenta de la frustración. Además de ser un final, es un principio. Los socialistas, desde su fundación, han negado históricamente la explotación, el sufrimiento o la desigualdad, pero han dicho SÍ a una sociedad de personas libres, cultivadas, educadas y prósperas.
La demolición, sin más, es propia de otros. Algunos hablan de acabar con la casta, sin definir qué es la casta, si es la élite económica, los bancos, la Iglesia o los gobiernos, o todos ellos juntos. Solo intentan incluir al adversario en una categoría «malvada». En palabras de Ernesto Laclau, se trata de un significante vacío, una palabra carente de significado, que puede llenarse con cualquier definición que interese al populista.
Lo mismo ocurre con la apropiación del concepto de la izquierda política. Tal «denominación de origen» abanderada por un populista le permite excluir de la izquierda a quien le interese, lo sea o no lo sea.
Pero cuando la solución populista fracasa, porque las urnas no permiten purgas, llega un tiempo nuevo en el que los significantes ya no pueden estar vacíos y hay que dotarlos de significado. Ese es el momento actual del Partido Socialista, pasar el test de estrés de la solvencia de un proyecto socialdemócrata.
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