Lucas Haurie

Testaferro listillo

La Razón
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La severidad de las descripciones que Irene Lozano ha desgranado estos años acerca del régimen andaluz no resta un ápice a su impecable precisión. «No es nada personal», advertían los sicarios de Vito Corleone al desgraciado que estaban a punto de despenar, «son sólo negocios». Y, en efecto, el negocio de UPyD era resaltar la cleptomanía como rasgo inherente al alma del PSOE-A. Los bueno de los mercenarios es que no preguntan, esto es también aplicable a los mercenarios de la política, así que no debe Juan Cornejo enarbolarse por las opiniones pretéritas del fichaje estrella de Pedro Sánchez. Cambiará de parecer en cuanto se lo ordenen y lo que antes era ciénaga caciquil se convertirá mañana en oasis democrático. La mismísima Susana Díaz blasona del padrinazgo de Felipe González y mantiene al mismo tiempo en su Gobierno a quien no dudó en situarlo en la cúspide de una banda terrorista. Sin embargo, este suceso en el fondo anecdótico encierra una interpretación más perjudicial para los intereses de la presidenta andaluza: por más que le moleste porque pensaba que ella lo dominaría, Sánchez es el secretario general del partido y ejerce como tal. Es el síndrome del testaferro listillo, esa alma en apariencia cándida que se rebela contra el tunante que puso la finca a su nombre. Se ha visto en el espejo como dueño del cortijo y le ha encantado la imagen. Ahora, ni siquiera un resultado catastrófico en las generales de diciembre propiciaría su salida, blindado como está hasta 2015 por unos pactos territoriales moldeados a su (tan inconsistente como sectaria) imagen y semejanza. Mutis dramáticos de su valido aparte, el 20-D se convertirá en la principal proveedora de votos de su peor enemigo.