José Antonio Álvarez Gundín

Tiempo de berrea

Es tiempo de berrea, cuando los sotos y las serranías vibran con el celo de los machos que se disputan el harén y el liderazgo del rebaño. Los jóvenes venados desafían con sus bramidos a los viejos jerarcas y los convocan a batirse en el gran torneo. Los combates, cuerno a cuerno, testuz contra testuz, se prolongan durante horas. Un cañoneo intermitente de embestidas pespuntea el amanecer. Los contendientes casi nunca pasan de la primera sangre, pero a veces es tan virulenta la acometida que ambos adversarios quedan enganchados por sus propias defensas y así, presos de la ambición, mueren juntos de agotamiento. Tiembla furiosa la luz de la tarde, mientras nubes de polvo coronan al vencedor. La batalla ha terminado. Las hembras triscan satisfechas.

Si la lucha por el poder en el reino animal resulta tan fascinante no es sólo por su belleza indómita, sino porque su épica de músculos y hormonas la convierte en fieramente humana. Allí donde se impugna la soberanía del macho alfa brota una tragedia que requiere de vencedores y vencidos en un soberbio espectáculo. Así sucederá en la Conferencia Política del PSOE, que hoy comienza. Aunque el motivo oficial de la asamblea es perfilar el recetario ideológico del partido para los próximos años, en realidad se trata del primer gran asalto al liderazgo de Rubalcaba. Hay jóvenes pretendientes que desean arrebatarle el cetro y no hay palestra más idónea para el combate que un auditorio abarrotado de militantes huérfanos y extraviados. Chacón, Madina, Patxi, Page, Mesquida, Susana... No faltan pretendientes al trono, todos ellos jóvenes cachorros, vigorosos y ahítos de ambición. Pero Rubalcaba, que ha sobrevivido a cien embestidas, es un adversario correoso, escurridizo, imprevisible. Que esté mermado de defensas no significa que esté desarmado ni vencido. Cuenta, además, con el favor de algunos venerables para dirigir a la manada a través de un invierno largo y helador. ¡Resiste!, le susurran al oído, hasta el deshielo de las elecciones europeas, rehuye las navajas cachicuernas, soporta impávido los bramidos desafiantes... Sería una lástima, sin embargo, que la Conferencia se limitara a una berrea política, en vez de al debate riguroso de lo que necesita el PSOE: una refundación que le adapte al siglo XXI. La crisis socialista no es de nombres sino de ideas, no es de fachada sino de mampostería, donde la carcoma ha anidado y amenaza con echar abajo el edificio. En estos momentos, el partido no es reconocible ni como alternativa de gobierno ni como regenerador de la izquierda: bracea en la indefinición, sin saber a qué ribera dirigirse. Y así, se ahogará.