César Vidal

Tobin y los Van Rompuy

Hace menos de un lustro, el presidente del Consejo europeo, Herman van Rompuy se manifestó favorable a la tasa Tobin, una invención de unos años antes debida al economista del mismo nombre que pretendía gravar fiscalmente las transacciones bancarias. Herman estaba convencido – o lo convencieron porque venía de una reunión del Grupo Bilderberg– pero su hermana Christine tenía una idea muy diferente y, de hecho, no tardó en subrayar que «cualquier nuevo impuesto afectará directamente a los pobres». En realidad, los hermanos estaban enfrentados porque defendían intereses contrapuestos. Mientras que Herman creía en la necesidad de obtener nuevos recursos mediante la creación de más impuestos, Christine se percataba de que cualquier euro que se detrajera de los bolsillos de los contribuyentes sólo serviría para perjudicarlos, especialmente, a los más desfavorecidos. La verdad es que la tasa Tobin y sus equivalentes han dado pésimos resultados. No sorprende por ello que en 2002 el Senado francés la bloqueara a pesar de su aprobación por la asamblea nacional o que en 2005, la Comisión europea rechazara la propuesta del austriaco Wolfgang Schüssel de implantarla en la Unión Europea. Todavía en 2011, la Comisión europea aceptó la idea de implantar una tasa Tobin, pero sólo si iba acompañada de drásticas reducciones de impuestos en los 27 estados miembros. Al año siguiente, la insistencia en pro de la tasa Tobin se convirtió un clamor de los gobiernos de los mal llamados Pigs (Portugal, Grecia, Italia y España) a los que se sumaban otras naciones no especialmente prósperas como Bélgica, Eslovaquia y Eslovenia y una Alemania harta de ser la pagana de la UE. Al final, todo indica que habrá tasa Tobin. En otras palabras, la idea de no gastar más y ser austeros habrá sido claramente derrotada – aunque se diga lo contrario– en favor de la política del gasto para mantener capas y capas de grasa administrativa que están ahogando a la UE y a sus miembros impidiendo que se produzca el despegue económico. Beneficiados serán los innecesarios aparatos burocráticos; algunos bancos –que siempre tienen ganancias privadas y casi siempre pérdidas públicas y socializadas– y las inmensas clientelas del gasto público. Perjudicados, por otro lado, se verán los inversores, los ahorradores y los creadores de riqueza y, por supuesto, entre ellos, mucho más los que cuentan con magros haberes. Eso sin contar la fuga de capitales hacia lugares sin la tasa Tobin. Christine acertó: cada nuevo impuesto afecta directamente a los pobres... pero no sólo a ellos.