Marta Robles
Toda la verdad
De nada le han servido a Sergio Morate, sospechoso del doble crimen de Cuenca, esos supuestos recelos a la falta de equidad con la que presupone que se le podría tratar en nuestro país. Ni que fuéramos una república bananera, oiga. Se aguanta usted y se viene para acá a que le juzguen por ese crimen horroroso, que todo apunta a que usted realizó. Digo yo que, si la propia familia desconfía del inculpado y algún amigo ha asegurado que le confesó el asesinato premeditado y alevoso, no es raro que, en Cuenca, escenario de la tragedia, no le vayan a sonreír por la calle; pero eso no quiere decir que la Justicia española se vaya a rendir a otra cosa que no sean las evidencias probadas. Y en esa Justicia cabe también el jurado popular, que es al que teme Morate, claro, porque no entiende que lo conforman personas que no son como él, es decir, que quieren dormir con la conciencia tranquila y que no podrían hacerlo de saber que habían encerrado a un inocente. Vamos que, si se les convenciera de que Morate lo era, lo soltarían pese a que les cayera antipático e intentarían buscar al verdadero culpable. Sucede, sin embargo que por mucho que Morate diga y repita que él no hizo nada, su historial de maltrato y retención ilegal de una pareja anterior e incluso las declaraciones de su familia –«ojalá te localicen y te encierren, no sólo has matado a unas niñas sino a la que fue tu familia»– invita a pensar que lo que teme no es la falta de Justicia ni el linchamiento popular sino que se sepa, por fin, toda la verdad.
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