César Vidal

Tonto el que trabaje

La Razón
La RazónLa Razón

El fin de semana pasado conversaba con un joven emprendedor que había abandonado su Granada natal para asentarse en Estados Unidos. Desbordaba felicidad porque su empresa marchaba viento en popa y ofrecía unas perspectivas impensables en España. Sin embargo, lo que más remachaba era que en su tierra de origen se premiaba al que no quería trabajar y, por el contrario, se castigaba encarnizadamente al que tenía la pretensión de crear riqueza despojándolo de manera confiscatoria del fruto de su trabajo. Se puede o no aceptar ese juicio, pero de lo que no cabe la menor duda es de que siempre se puede ir a peor. Pedro Sánchez –que podría ser presidente a finales de años en un gobierno de Frente popular– ya ha anunciado en público que una de sus primeras medidas sería la de incluir en el presupuesto una partida de seis mil millones de euros destinados a una Renta Mínima Vital para las personas más necesitadas. A esta medida –que de entrada afectaría a casi dos millones de personas, según el PSOE– se sumarían otras destinadas a más de dos millones y cuarto de niños. No niego yo las buenas intenciones de Pedro Sánchez, es decir, que más allá del deseo de crear una clientela que le permita ganar las elecciones, sienta preocupación por los necesitados. No lo niego, pero el modelo resulta escalofriante. Gracias a esta visión, ¿por qué debería uno esforzarse en trabajar y crear riqueza? Desde el primer día, a diferencia de lo que sucede en otros países, tendrá que pagar a las diferentes haciendas cantidades que no ha ganado; adelantar un IVA no cobrado y pagar unos seguros y unos impuestos confiscatorios. Si con todo eso, el negocio no quiebra –que ya sería un milagro– puede aparecer la Agencia Tributaria con su interpretación creativa del derecho fiscal y alegar que, en realidad, el empresario no se pagó un salario suficiente y que debe tributar por un sueldo no percibido, más recargo, más multas con lo cual cuatro años de ir tirando decorosamente pueden desembocar en la ruina y el endeudamiento. Por el contrario, si se decide no trabajar legalmente, el horizonte se amplía. A las ayudas sociales existentes se sumará pronto la Renta Mínima Vital y con eso y alguna chapucilla, ni se trabaja ni se tributa. ¿Por qué hacerlo si no es necesario para vivir? Y es que España, poco a poco, se está convirtiendo en una nación donde sólo trabajan los tontos. Los de remate.