José María Marco
Un acuerdo popular
Iba a ser un ataque «increíblemente pequeño», según la descripción que de la intervención norteamericana en Siria hizo John Kerry, el secretario de Estado. Se ha quedado en «increíble» después del acuerdo entre Rusia y Estados Unidos para la retirada de las armas químicas en posesión del régimen de Bachar al Asad. Casi todos salen ganando, empezando por Al Asad, que evita el castigo y puede seguir con su guerra particular y con las atrocidades contra sus conciudadanos. Putin sale reforzado en un momento de crisis económica y política. Acaba de demostrar que le puede plantar cara a la nación más poderosa del mundo y parar cualquier intervención en lo que considera su patio trasero. Obama, por su parte, ha esquivado lo que deseaba evitar a toda costa. Ha quedado claro que, como recordó Putin en un artículo incendiario en «The New York Times», Estados Unidos ya no es el país excepcional que lideraba al mundo libre. Pero es que Obama está más interesado en afianzar una mayoría demócrata para los próximos veinte años que en un ataque impopular, que nadie apoyaba. Salvo la elite francesa, con poco que vender a sus electores, y los pobres sirios que se creyeron lo de la Primavera Árabe.
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