Toni Bolaño
Un cambio seguro
Alfonso Ussía, con su mordaz estilo, presentó a Pedro Sánchez a un auditorio expectante. No faltaba nadie. Ni el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, que llegó tarde después de sortear un típico atasco madrileño en día de lluvia. Estaba bien arropado por los suyos pero el auditorio era transversal. El mundo empresarial con los primeros espadas de numerosas empresas desde la automoción hasta las telecomunicaciones pasando por constructoras, eléctricas, agua, sector financiero y de servicios. La iglesia, con la presencia del Padre Ángel; la judicatura con asistencia de magistrados del Supremo, de la Audiencia Nacional, el Consejo General o la Fiscalía; y representantes del mundo sindical, el cultural, el académico o el político, amén de un sinfín de periodistas.
El líder del PSOE se puso manos a la obra nada más iniciar su discurso. Se dejó de circunloquios y entró al trapo. Su mensaje «un cambio seguro» sustentado en una segunda transición política, territorial –reforma federal de la Constitución–, social –apostando por el rescate de las familias– y económica –rechazando, por ejemplo, la concentración económica–. No dudó en predecir su futuro, que situó en la Presidencia del Gobierno, aconsejó al PP que su mejor servicio a España sería «pasar a la oposición», rechazó la gran coalición con el PP por «nociva», dijo de Podemos que era un grupo «sin ideología» y sonrió cuando el presidente de Onda Cero le sugirió que en la mesa de su despacho tuviera tres letreros: «Amigos, enemigos y compañeros de partido».
Sánchez estuvo cómodo. Y amable. Estuvo conversando con el nuevo director de Informativos de RTVE, José Antonio Á. Gundín, lo que no le impidió criticar los nombramientos en el ente público. Departió con unos y con otros. Con su intervención parece que no defraudó. «Me gusta este tipo», comentaba un dirigente empresarial a la salida del acto. En el tramo corto, el secretario general del PSOE se crece. Tiene don de gentes, mano izquierda –evidentemente– y tacto para escuchar y entablar conversación. En el tramo largo, no se anduvo por las ramas. No evitó, incluso, rebatir las críticas sin perder la sonrisa, no rehuyó comentar las encuestas que demuestran un cambio político de fondo y apostó, con firmeza, por su cambio seguro. Al margen de coincidir o no con él, Pedro Sánchez, empieza a sentirse seguro. Y sólo lleva cien días.
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