Elecciones Generales 2016
Un cuento muy real
Desde el lunes no se pueden publicar encuestas, pero como las meigas, «haberlas haylas». No es que crea en brujas, pero mis orígenes gallegos no me dejan ser taxativo. No vaya a ser que me equivoque. Por si acaso, eso, «haberlas haylas». Grandes empresas, partidos, medios de comunicación siguen haciendo sondeos. Las encuestas dicen que marcan tendencias, pero los demoscópicos se curan en salud. Hacen unas horquillas lo suficientemente amplias sobre los resultados de los partidos para evitar meter la meta en exceso. De esta forma muy básica, aunque siempre adornada con argumentos técnicos que se escapan a la comprensión de un servidor, pueden decir –sin despeinarse– que los resultados de las urnas se ajustan con precisión milimétrica a sus predicciones.
Mientras eso ocurre, lo único cierto es que con las encuestas hacen las delicias de los periodistas, analistas, columnistas, tertulianos y demás fauna mediática. Es un juguete impagable para ponernos las botas, analizando, haciendo hipótesis –acertadas o no, es otra cuestión– y sacando conclusiones que se las lleva el viento. Pero, se imaginan, que todas las encuestas hasta hoy publicadas se equivocan. Se imaginan que nadie acierta. Se imaginan estos resultados... y estos escenarios.
El PP gana. Consigue nuevamente una victoria con más votos, pero con menos diputados. Además de acordarse de los parientes más cercanos del señor Hont –el de la diabólica ley–, en el PP miran desolados sus 120 diputados. Rajoy anuncia que se va. Da un paso al lado. En Génova, todos se miran con desconfianza. ¿Quién será el nuevo líder? Mi director, Paco Marhuenda, sería partidario en este hipotético escenario de Isabel García Tejerina o Ana Pastor. No sé si esta propuesta será del agrado de Pablo Casado, Soraya Sáinz de Santamaría y otros «tapados».
El Partido Socialista evita el «sorpasso» de Podemos con un resultado «histórico». 87 diputados salvan de la quema al histórico partido que vuelve a evitar quemarse, aunque queda chamuscado. Sánchez está eufórico porque, para más guasa, el PSOE andaluz ha perdido su particular pulso con el PP. Todo son parabienes para «el amado líder», en público. En privado, la procesión va por dentro. Los socialistas tienen congreso y promete ser de infarto. De momento, prudencia porque Pedro sigue de árbitro.
Podemos se ha quedado compuesto y sin novia. Pablo Iglesias se ha dejado los dientes en el bordillo. Sólo 85 diputados. Ni sorpasso ni «nà de nà». Entre bambalinas más de uno, y más de dos, afilan las hachas. Me temo que alguien se puede quedar sin coleta. Ciudadanos está en esa fase terrible para un partido, la de «ni chicha ni limónà». Su líder Albert Rivera sale sonriente ante los medios «seremos decisivos», dice con pasión. No le falta razón, pero repetir resultados sabe a poco para un partido que aspiraba a todo.
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