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Gonzalo Alonso

Un inesperado regreso

La Razón
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Sin duda está levantando expectación la vuelta a la escena de José Carreras, quien lleva doce años sin prácticamente aparecer por los escenarios. Sus últimas apariciones en España tuvieron lugar con «Sansón y Dalila» de Saint-Saëns en el 2001 en el Teatro del Liceo, el teatro donde él empezó con tan solo once años debutando con el Trujamán de «El retablo de maese Pedro» de Falla, y en un concierto junto a Lluis Llac en el Palau Sant Jordi en 2002. Ese mismo año cantó su última ópera, «Sly», en Tokio. Desde aquella terrible leucemia, diagnosticada en 1987 mientras preparaba una «Bohème» con Comencini y de la que se salvó milagrosamente, su actividad se fue reduciendo hasta resultar simbólica: «Medea» y el estreno mundial de «Cristóbal Colón» junto a Montserrat Caballé en 1989; «Carmen», «Fedora» y «Stiffelio» en 1990 o las dos óperas antes citadas. Hubo más conciertos y uno de ellos mítico, el de los tres tenores en las Termas de Caracalla de 1990, sin que pueda olvidarse su dirección musical artística en las Olimpiadas de Barcelona del 92. El tanto de su vuelta se lo apunta sorprendentemente el Arriaga bilbaíno, con una ópera de cuatro actos encargada para la ocasión, en la que asumirá el papel de juez en una trama tan actual como el robo de bebés en la España de los años 50. El austríaco Christian Kolonovits ha escrito una partitura, melódica, pero al límite de la tonalidad, pensando expresamente en las actuales características vocales del tenor, y de estructura tradicional, en la que se unen belcantismo y verismo junto a tratamientos orquestales y corales propios del musical. Puro eclecticismo. Deseémosle la mayor de las suertes al tenor catalán porque indudablemente ha de suponerle un esfuerzo enorme y esperamos poder disfrutar todavía de una buena parte de aquella voz pasional, de timbre bellísimo y de dicción inmaculada que le hizo alcanzar los primeros puestos de la lírica.