Alfredo Semprún

«Un maliense un español y dos franceses»

«Un maliense un español y dos franceses»
«Un maliense un español y dos franceses»larazon

Un viejo proverbio árabe advierte de que «no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla». Y así, en el norte de África, corre el calendario hacia una nueva guerra. Todos los testimonios que llegan de los territorios ocupados por los islamistas en el norte de Mali coinciden en dos puntos: en que los milicianos están muy nerviosos y en que afluyen voluntarios extranjeros por docenas. Uno de estos testigos, muy a su pesar, es un cámara de televisión de Bamako, la capital del país, del que sólo vamos a dar su nombre de pila: Mouss. Cuenta que fue detenido por los guardaespaldas del gobernador de Gao, ciudad del norte que está en manos de la milicia del «Mujao», el grupo «pata negra» del integrismo islámico en la zona, y que fue hábilmente interrogado durante ocho horas. Que le llovieron algunas tortas, le pasaron un cuchillo por el cuello a modo de advertencia y que le acusaron de espía. Antes de soltarle, le requisaron las imágenes. Pero, lo más interesante es la nacionalidad de sus interrogadores: «Un maliense, un español y dos franceses». Mouss ha dicho a «Jeune Afrique» que el más violento de todos ellos era uno de los franceses: «Me dijo que procedía de una familia cristiana, pero que se sentía orgulloso de combatir contra su país para que reine la pureza del islam».

No hay datos sobre el supuesto miliciano español, pero no hay por qué dudar del cámara. Ocho horas, aunque te estén dando de palos, da para muchas confianzas. Además, no sería el primer español que se enrola en las filas del integrismo. Que se sepa, tres han muerto en Siria y otro en Afganistán, y la Policía tiene indicios claros del funcionamiento en la Península y, por supuesto, en Ceuta y Melilla, de varias células de reclutamiento. La cuestión es que, mientras prosiguen las negociaciones y se alistan las tropas multinacionales africanas que deben intervenir, las milicias islámicas se están reforzando y amplían su perímetro de seguridad. El viernes, cerca de la frontera con Níger, las gentes del «Mujao» se enfrentaron a los tuaregs del MLNA, el grupo laico y socialista que pretendía la independencia del norte de Mali. Actuaron de caballo de Troya para los integristas, que una vez conseguido el objetivo los despidieron como a cocheros, y, ahora, pretenden formar parte de la fuerza multinacional de intervención. No parecen irles bien las cosas. Agotadas las armas y municiones con las que huyeron de Libia, las milicias islámicas los empujan de derrota en derrota hacia las profundidades del desierto. En la última escaramuza se cree que ha resultado gravemente herido el coronel Mechkanine, uno de sus principales comandantes. De todas formas, serían unos aliados muy útiles, puesto que conocen perfectamente el difícil territorio en el que se van a librar los combates.

Mientras, en las tres ciudades ocupadas, Tombuctú, Gao y Kidal, los vecinos viven entre el temor a la guerra, y el deseo ferviente de que vengan a liberarles. Cierto que hay escasez de alimentos y que sólo tienen seis horas al día de luz eléctrica, pero lo peor es que los integristas se muestran cada vez más intolerantes a la hora de aplicar la «sharía». Lo último que se sabe es que varias docenas de mujeres de Tombuctú han sido arrestadas entre el jueves y el viernes por no llevar el velo dentro de sus domicilios. Están confinadas en el patio de una antigua sucursal bancaria. Pero el asunto, a veces, tiene ribetes de esperpento: los guardianes de la moral, que han prohibido cualquier música que no tenga carácter religioso, aplican diez bastonazos a los que les suena una melodía de llamada en el móvil.

«Los milicianos ya no disimulan ni tratan de ganarse a la población. Están siempre con el bastón en la mano o se agrupan en las afueras armados hasta los dientes. Todas las noches escuchamos disparos. Le tengo miedo a la guerra, pero creo que es mucho peor vivir así», relataba un comerciante, hoy sin nada que vender, de Gao. El tiempo, pues, corre y aún veremos cosas peores.