Restringido

Un mundo nuevo para todos

La Razón
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Este domingo se celebra la Jornada nacional de Manos Unidas con una nueva campaña que busca dar respuesta a las causas y los problemas que provoca el hambre en el mundo. Bajo el lema “Plántale cara al hambre: siembra”, el proyecto persevera en su misión de acompañar a los más pobres y reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible.

Vivimos tiempos difíciles, castigados por unos años de inestabilidad económica en los que la brecha entre ricos y pobres se ha hecho más profunda y dolorosa. Aunque no sabemos si la crisis ya ha pasado, podemos afirmar que sus consecuencias las continúan padeciendo muchas familias. A mayor escala, el panorama internacional nos presenta un mundo tensionado por las acuciantes desigualdades socioeconómicas, que lejos de menguar parecen perpetuarse.

No podemos ignorar a nuestros hermanos más pobres, a los que mueren de hambre en los países llamados del Tercer Mundo. No podemos encerrarnos en nuestras trincheras de países desarrollados tratando de aumentar al máximo la sociedad del bienestar mientras hermanos nuestros carecen de lo más elemental y vital como es la comida, la sanidad, la educación, el respeto de su dignidad. Como presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, puedo dar testimonio de la importante labor de entidades como Manos Unidas.

Impresiona ver cómo muchos hermanos nuestros mueren desnutridos, carentes de atenciones sanitarias, abandonados a su suerte. Algunos de ellos tratan de huir de su realidad y emigran a los países desarrollados, pero no siempre encuentran una acogida fraterna y muchos de ellos mueren en el intento de llegar a ese paraíso que imaginan hermoso y que les sacará de su extrema miseria.

Cristianos de a pie, que tratamos de hacer siempre el bien tal como nos enseñó nuestro Maestro y Señor, en este Año Santo de la Misericordia estamos llamados a construir un mundo nuevo en el que nos sintamos todos hermanos y nos ayudemos unos a otros a vivir con dignidad y teniendo cubiertas las necesidades básicas. Es el valor de la colaboración y la coordinación, es el sacramento de la comunidad y la comunión. Trabajando juntos es cómo podemos abrirnos a los sueños y la esperanza, que «en esperanza fuimos salvados» (Rm 8, 24).

Gracias, Manos Unidas, por vuestra lucha decidida contra la pobreza en el mundo. Gracias por creer que es posible erradicarla. Gracias por contar con nuestra ayuda para esta hermosa empresa. Y gracias también a todos los que colaboráis con Manos Unidas; trabajadores, socios, voluntarios, los que aportáis vuestros donativos, así como los que entregáis herencias o vuestro tiempo e ilusión. Que Dios os bendiga.

La colecta de este domingo en todas las comunidades cristianas de España está destinada a esta institución y a la labor que realiza. ¡Que seamos generosos para ayudar a ese fin tan humanitario!