Reyes Monforte
Un tío vivo
Un auténtico tío vivo en el que uno no sabe si subirse o bajarse, ni cuando hacerlo ni a qué celeridad. El tema de las velocidades permitidas en las carreteras españoles fluctúa más que la bolsa o el número de desempleados. Todos estamos de acuerdo en que debemos controlar la velocidad, usar el sentido común y comportarse al volante responsablemente y no como energúmenos. Pero esta manía, que más bien parece un tic nervioso, de aumentar y reducir el límite de velocidad en 10 km cada cierto tiempo, es de locos y resulta contraproducente para el conductor: distrae, confunde y crea inseguridad. Estos vaivenes no son buenos. Nos van a poner de los nervios. Claro que quizá por eso decidieron poner a una médico –María Seguí–, doctorada por Harvard, al frente de la dirección general de tráfico. Por algo se hacen las cosas. Reduciendo 10 kilómetros por hora la velocidad permitida no creo que la seguridad difiera mucho: ir a 80 por una carretera en vez de a 90, no nos engañemos, poco tiene que ver con la protección. Es cierto que a mayor velocidad mayor es el riesgo de lesiones en caso de impacto, pero es entendible si en vez de ir a 90, el conductor decide ir a 140, como sucede en muchos casos y ahí es donde se debería actuar. Quizá la verdadera pista la dio el otro día la directora de la Dirección General de Tráfico cuando reconoció que las sanciones son necesarias para mejorar la seguridad en la carretera. Huele a un deseo irrefrenable por seguir engrosando las arcas de ayuntamientos y demás organismos obcecados en obtener más dinero del contribuyente, aunque sea volviéndonos locos.
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