César Vidal

Una ciudad europea con plus

Recorrer Washington constituye una experiencia peculiar. A diferencia de Nueva York, de Chicago, de Dallas, todas ellas urbes de superior relevancia para los Estados Unidos, Washington no parece americana. El trazado de sus calles podría encontrarse en Londres o París; y edificios como el emblemático del Washington Post encajaría a la perfección en Madrid. Washington fue concebida por sus creadores como la quintaesencia de lo más logrado de Europa arraigado al otro lado del Atlántico. Incluso sus instituciones – senado, capitolio... – nos hablan de un referente clásico que se aspiraba a mejorar. Sin embargo, Washington no es una ciudad europea, sino la capital de Estados Unidos y, precisamente por ello, presenta un plus diferencial. Ese plus es cuádruple. En primer lugar, está el reconocimiento palmario de la libertad de conciencia. Cualquiera que se mueva por sus venas y arterias se encontrará con iglesias bautistas y catedrales episcopales, con parroquias católicas y templos masónicos. El europeo asentado cerca del Potomac podía adorar a Dios como quisiera sin que ninguna confesión debiera tener carácter estatal. Era una de las bases de la sociedad norteamericana y lo sigue siendo. La segunda parte del plus es la conjunción de la meritocracia con el ideal democrático. Washington abunda en museos y la entrada es gratuita. No habrá sido Nueva York, objetarán algunos, pero cultura y educación constituyen una marca característica de esa nueva sociedad que pretendía avanzar más que sus ancestros. En tercer lugar, basta apartar la vista de los edificios y dirigirla hacia los que se sientan en bancos, pasean por las avenidas o trabajan en las empresas para comprender que la gran nación cuya capital es Washington es una nación de inmigrantes. El porcentaje que se ofrece a la vista de negros – descendientes muchos de ellos de los huidos del sur esclavista al norte libre– o de hispanos en no pocas ocasiones supera ampliamente al de los anglosajones originales. Estados Unidos no ha dejado nunca de dar acogida generosa a los que acuden buscando refugio político o simple progreso económico y Washington es una prueba irrefutable de la veracidad del aserto. Pero, por último, en Washington se encuentra el Pentágono, un edificio inmenso –insisten en que es el mayor del mundo– que recuerda que los americanos creen en el dicho romano que afirma «si vis pacem, para bellum» (si quieres paz, prepara la guerra). Sí, Washington es una extraordinaria ciudad europea con el plus que ha convertido a Estados Unidos en la primera superpotencia.