Fernando Rayón
Una fiesta para celebrar
El Gobierno va a dedicar dos días a conmemorar el día de la Hispanidad. Se trata de reivindicar una fiesta y recordar unas efemérides y unos símbolos que unen a todos los españoles e hispanoamericanos –perdonen que no use la palabra latino, que nunca me gustó– por encima de razas, credos e ideologías.
Me dirán que algunos países americanos no ven bien estas celebraciones, pero creo más bien que son algunos gobiernos dictatoriales –ahora también los llamados indigenistas– los que se han dedicado a envenenar a sus ciudadanos con una revisión de la historia que nada tiene que ver con la realidad. A nadie se le escapa que se cometieron excesos en muchos momentos, pero poco suponen aquellas acciones si las comparamos con la entrega y dedicación de generaciones enteras de españoles que dejaron también la vida para transmitir su cultura, arte, religión, milicia y servicio allá donde fueron. Y por supuesto aquellos excesos son muchos menos si los comparamos con los que otros países cometieron en sus afamadas colonizaciones. Pero éstos, al revés que nosotros, apenas señalan sus errores.
Los complejos de una izquierda miope pusieron lupa –especialmente durante el franquismo y la Transición– sobre los capítulos menos honrosos de nuestra historia, olvidando unas gestas y cultura que llevan siglos de complicidad agradecida. ¡Qué poco sería, por poner un ejemplo, nuestra literatura sin Octavio Paz, García Márquez, Vargas Llosa o Julio Cortázar!
Pero ahora que algunos partidos han vuelto a descubrir la enseña nacional y a lucirla en sus mítines, no estaría mal que ese nuevo patriotismo –tan evidente en Francia en las derechas e izquierdas de todas las elecciones– reconociera la grandeza de una epopeya que, lejos de ser olvidada –en Estados Unidos cada vez la reivindican más– necesita ser reconocida por las generaciones actuales.
Me dirán que esa historia apenas se estudia ya en nuestras escuelas; que ha sido sustituida por la boina más calada, cuando no por la manipulación. Y es verdad: en esa falsa educación es donde se han fraguado los nacionalismos que intentan romper España. Si hubiéramos conocido las gestas de vascos como Elcano o San Ignacio, o las de catalanes como Gaudí o Dalí, no sentiríamos complejos al celebrar una fiesta y a unos hombres que sirvieron con honor a su Patria y a toda la Hispanidad.
✕
Accede a tu cuenta para comentar