Alfonso Merlos
Una putrefacta manta
Diligente, proactiva, hasta el final. Tirando de la manta. Ahí se sostiene la juez Alaya, demostrando que cuando se quiere, se puede. Por el interés de los andaluces y del conjunto de los españoles. Para que la verdad prevalezca y el delito en masa sea reprimido.
Tiene todo el sentido, en este momento y en ese lugar que es la Andalucía carcomida por la corrupción institucionalizada, que se busque en el fondo del estanque. Hay demasiados cadáveres, demasiado robo, demasiado dinero del contribuyente tirado y expoliado, demasiada sinvergonzonería y golfería y canallada de Lanzas y otros sindicalistas del montón.
Dos cuestiones quedan perfectamente dirimidas y clarificadas en el caso de los falsos ERE. La primera, que como certeramente ha subrayado el Partido Popular, Griñán y su peña han estado metidos hasta el cuello, tengan o no vergüenza torera de reconocerlo (que no la tienen). La segunda, que la red clientelar y la tela de araña hedienta que han tejido los socialistas en el sur de la Península durante tres décadas está en el foco de todas las desgracias que se padecen en esa hermosa región de España: el paro, la pobreza, la precariedad, el hambre. Naturalmente que debe averiguarse de dónde ha salido la pasta que todavía mueven con toda la alegría del mundo los que han vivido del cuento, del partido, de la paguita, de la mordida, del chollo de tener al personal anestesiado y cautivo. Aquí no está en juego la salida que se da desde los poderes públicos a un caso más de corrupción. Estamos en lo crucial, en lo estratégico, en lo medular. O ellos o nosotros. O el saqueo o la cárcel para los que lo perpetran. O la justicia que nos redime o el trofeo para los Ali Babás del puño y la rosa. Es facilísimo procesarlo. Y no nos queda otra que hacerlo. ¡Adelante, señora Alaya!
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