Manuel Coma

Una semana angustiosa

Barack Obama se ha metido en un buen lío él solo, tras dos años de esquivar el problema sirio. Cuando se le viene abajo no solamente su política en Oriente Medio, sino también la mayor parte de su filosofía internacionalista, se produce un ataque con las prohibidísimas armas químicas que, coronando otros varios que hasta ahora había escamoteado, tiene una envergadura que lo convierte en ineludible.

Hace un año que había muy solemnemente prometido que no lo toleraría. Ahora saca pecho y anuncia como represalia «una operación limitada, a medida, equivalente a un disparo de aviso», para la que cuenta con el apoyo de los amigos británicos y franceses, pero sin certificados de legalidad internacional o interna. Los amigos escurren el bulto, la opinión pública americana no está por la labor y los congresistas de ambas cámaras reclaman ser consultados.

El presidente de Estados Unidos ha pasado una semana de angustia, porque todas sus exhortaciones señalando la maldad intrínseca de esas armas y las graves consecuencias de no castigar a los infractores de los acuerdos que las vetan se estrellan contra el escepticismo. Decirle al dictador sirio que puede seguir matando, pero con medios más convencionales, no es muy estimulante. La operación limitada puede ser perfectamente inútil o puede enzarzar a Estados Unidos en un conflicto por el que el país siente tan poco apetito como su presidente, por más que ambos puedan estar equivocados.

Barack Obama no se atreve a seguir en solitario tras el rechazo parlamentario de Reino Unidos a la intención de David Cameron de acompañar a Estados Unidos en Siria y se decide por la consulta a las cámaras en la que puede encontrarse con el mismo destino que el «premier» británico, añadiendo dilación a la carencia de sorpresa. El presidente se enfrenta con divisiones internas en ambos partidos y con que le pueden recordar que en muchos aspectos ha pretendido ir más allá de lo que su partido le criticó acerba y torticeramente a George W. Bush en el caso de Irak en 2003, después de que al principio, por temor a una opinión pública entonces favorable, lo hubieran apoyado de forma casi unánime.

En el horizonte está el espectro de las batallas legislativas que tendrá que lidiar en los próximos tres años, con las elecciones intermedias dentro de uno. Una condición indispensable para tener unas mínimas posibilidades de éxito es que enmarque su golpe de castigo en un perfil estratégico para Siria y todo Oriente Medio, que brilla por su ausencia y resulta una exigencia acuciante para la zona y el mundo.