José Jiménez Lozano
Una solución
Sin andar analizando mucho, podríamos decir que, si algo ha faltado en este nuestro país en la vida política y social de los últimos tiempos ha sido la presencia del respeto personal y del humor; sino que más bien estamos en el reino del envaramiento, del «Viva Cartagena», del insulto, la altanería o la banalidad y de la comidilla de la peor solana, pero la ironía más delgada se hace imposible. Y, si se asomase levemente, atraería al rayo de Júpiter. Pero se puede intentar, por ejemplo, ante asuntos extremos como la corrupción política, que es posible que duren hasta el mismo Día del Juicio Final en el que es seguro que alguien ya tiene una subcontrata con la organización para la puesta en escena en el Valle de Josafat. Y, de repente, recuerdo que un humorista norteamericano, William Rogers, escribía a primeros del siglo XX sobre esa cuestión de la corrupción y daba algunas recetas. «¡Fígúrense ustedes!» –decía Rogers– «¡Un Congreso que derrocha millones para intentar averiguar en qué se gastó un candidato unos pocos miles! Pero esos chicos de Washington se han divertido mucho con la investigación. Verán; para un senador no hay mayor alegría que interrogar a alguien sin que el interlocutor tenga la posibilidad de replicarle con otra pregunta. El único problema que plantea sugerir que convendría investigar a alguien o algo es, ciertamente, que otros podrían sugerir que habría que investigarle a usted. Y, por los resultados de anteriores investigaciones, parece ser que nadie consigue salir totalmente limpio. Tanto da quién sea ese alguien; es imposible llegar a la media edad sin haber dicho y hecho un montón de insensateces. Por lo tanto, háganme caso: si yo viera que se acerca una comisión investigadora, sencillamente me declararía culpable y confiaría en la benevolencia del tribunal». Pero Rogers parece que incluso mejoró esta propuesta, primero sugiriendo un calendario, según el cual, los lunes se dedicarían a las confesiones, los martes, a las acusaciones, y el resto de la semana, a los desmentidos. Y luego, habiendo observado que quienes son llamados como testigos se comportan lamentablemente, farfullando, negando las evidencias e incluso mostrando sus fallos de memoria, ofrecía un remedio a esta situación, que consistía en fundar una institución de enseñanza para que los acusados y testigos supieran comportarse en cuanto a sus gestos incluso, y se aprendiesen las respuestas exactas. De manera que, si hubiera que investigar a mucha gente, mucho mayor número sería el de esas instituciones de instrucción pública, y habría más empresas y más trabajadores. A mayor abundamiento, Rogers mismo se había planteado un problema mucho más serio a propósito de los mosquitos de Nueva Jersey, unos mosquitos que, si eran mosquitos hembras, zumbaban, picaban, y producían 159.875.000.000 crías cada uno de ellos. Así que el asunto de la lucha contra esos mosquitos quedaba centrado en una lamentable, pero necesaria, cuestión de violencia de género e intervenciones en el proceso reproductivo de esos mosquitos. Cuestiones éstas que no podrían ser trasladadas al mundo de la investigación de la corrupción; pero sí un tercer medio de lucha, que era la organización de cenas, durante la cuales se mataba el mayor número de mosquitos hembras, que eran los únicos que se acercaban; porque con cenas también se puede luchar contra la corrupción, si convencemos a los acusados o convictos de ésta de que paguen un cierto número de ellas a quienes nunca han tenido la ocasión de confundir el bolsillo propio con el del Estado, mostrando vivísimo dolor por los descuidos pasados, y comprometiéndose al sostenimiento de las escuelas especiales que preparen a la gente dirigente e importante que está siendo, o puede ser, investigada, para que sepa enfrentarse a su situación adecuadamente. Por lo demás, los empresarios y emprendedores de estas instituciones podrán pedir para esa enseñanza los desiertos contenedores culturales y salas de espera de aeropuertos de años pasados, ahorrando así nuevas construcciones o alquilajes, con todo lo cual seguramente podríamos encarar este asunto de la corrupción de manera muy optimista.
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