Paloma Pedrero
Vecinos
En estas ciudades del ruido y de la prisa nos relacionamos poco entre vecinos. Es algo que se ha ido perdiendo y que, sin embargo, es fundamental para tener una buena calidad de vida. Las relaciones de vecindad establecen una red de protección y compañía que no pueden darte los amigos que viven lejos. Es a los vecinos a los que uno acude ante una urgencia, a los que les pides el ajo que olvidaste comprar, a los que les dejas al niño un ratito mientras corres a un recado, a los que escuchas y te escuchan a través de los patios y las puertas abiertas, porque ellos están a tiro de piedra para lo bueno y lo malo. Quedar con amigos consta de un ritual lento y convenido que, a veces, no concuerda a tu situación, porque lo que necesitamos, en ciertos momentos, es pegar un portazo y salir a la calle a charlar con alguien. Y es ahí donde están los vecinos. En el parque de al lado, en la terraza del bar de la esquina, en la plaza de la fuente. Y son ellos los que sin preguntar nada ponen su oreja a tu desconcierto. No hace falta tampoco que sean de tu onda, ni se tratarán los grandes temas de la existencia humana; seguramente tampoco serán nunca amigos íntimos, pero mantener una relación cordial y amigable con los que te rodean dará un punto precioso a tu día a día. En estas ciudades en que la soledad acompaña a tantas gentes, poder tomarte una caña con un vecino es un lujo posible. Sólo hay que saludar, acercarse, comentar algo y esperar. La mayoría responde encantada. Y convierte estos barrios de urbes enloquecidas en barrios con alma.
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