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Cristina López Schlichting

¡Vivan las monjas!

La Razón
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Estudié con las mercedarias de la Caridad de la calle Alfonso XIII de Madrid y he de confesar que lo pasé estupendamente. Y lo mismo les ocurre a mis amigas Pilar, Ana Merche, Maribel, Sonia, Luz, Carolina o Macarena. Claro que nos llevamos algún berrinche con una monja escorada, naturalmente que nos catearon alguna vez, por supuesto que nos enfadamos, pero todo aquello ha pasado a segundo término cuando valoramos lo que esas mujeres nos dieron. Tenemos ahora cincuenta años y sabemos calibrar una vida entregada a las alumnas, sin marido ni hijos, con el cien por cien del tiempo dedicado a la enseñanza. Lo raro es que nuestra experiencia no es excepcional. Las numerosas publicaciones sobre la EGB (el sistema de enseñanza entre el 60 y el 80) y las asociaciones de alumnos que se mantienen florecientes reúnen miles de alumnos de los salesianos, maristas, agustinos, jesuitas, concepcionistas, franciscanas, jesuitinas y etc, etc, etc. Francamente satisfechos con su pasado. Y digo que es raro percibir esta unanimidad porque, por el contrario, el relato que de los centros de enseñanza religiosos se ha producido en democracia es pavoroso. Soy incapaz de recordar literatura o cine alborozadamente entusiastas. De curas y monjas ha quedado lo escrito y filmado sobre los 50, y esto muy tenebroso: golpes, vejaciones, insultos, abusos sexuales. Para imaginar profes buenos en la historia de España tengo que pensar en los maestros republicanos, casi siempre perseguidos y ateos –es un arquetipo recurrente– o los profesores del cine extranjero (estilo «Los chicos del coro»). Es como si sólo hubiesen escrito o filmado sobre las escuelas de aquí las personas traumatizadas.

Espero que los próximos años sean pródigos en la recuperación de la memoria de esos curas y monjas que nos educaron a los del baby boom. Es una cuestión de justicia. Ha llamado la atención la entrevista preciosa que Ángeles López me ha hecho en la Revista «Vida Nueva» por la publicación de mi primera novela, «Los Días Modernos», entre otras cosas por un titular que decía: «Nos educaron mujeres libres como las monjas». Pues sí, lo escribiré una y mil veces. Las religiosas que salieron del Concilio Vaticano II eran muy adelantadas a su tiempo, nos iniciaron en una gran preocupación social y nos hicieron muy conscientes de la dignidad de la mujer. Ellas nos demostraron, por la vía del ejemplo, que las mujeres pueden gestionar colegios de miles de alumnos, firmar acuerdos con el ministerio, despachar con los inspectores y educar en libertad. Eran unas señoras muy bien bragadas que nos impulsaron a toda velocidad hacia adelante.

Falta un homenaje a tantos hombres y mujeres generosos, pero desgraciadamente la sociedad española es muy cicatera con el maestro, así que no es de extrañar que lo sea también si el maestro es religioso. Por mi parte, me ha bastado con contar una parte de la historia. La que a su vez me han relatado los chicos y chicas de los años 60.