Alfonso Ussía
Votitos y votazos
Nuestra democracia no es demócrata. Establece diferencias brutales en su origen y razón de ser. El valor de los votos. Votitos contra votazos. La alteración de la igualdad quiebra la confianza en el sistema. El voto de un nacionalista gallego, catalán, vasco, navarro, valenciano o canario es mucho más valioso que el de cualquier ciudadano que deposite su papeleta a favor de un partido con implantación nacional. La encuesta electoral de NC Report que publica LA RAZÓN me ha recordado esta asignatura pendiente. En nuestro sistema democrático hay dos tipos de electores. Los parias y los elegidos. Los depositantes de los votitos y los votantes de los votazos.
Jamás he callado ni escondido la especial repulsión que me producen el comunismo y el fascismo. Y no entiendo la generosidad con el primero y la ferocidad contra el segundo. Uno y otro son la antítesis de la libertad y de los derechos humanos. El fascismo, aunque duela leerlo, es la consecuencia directa del comunismo. De la revolución del proletariado, el comunismo, nace para su defensa la revolución de la burguesía, que es el fascismo. Pero el fascismo ha desaparecido por la innecesariedad de sus doctrinas, en tanto que el comunismo permanece. El fascismo reconoció sus crímenes y el comunismo se enorgullece de ellos, y en su más alto nivel de arrepentimiento histórico, los silencia.
El sistema democrático es tan generoso que acepta de buen grado a partidos que odian la democracia. Partidos que representan proporcionalmente a unos pocos en detrimento de otros elegidos por muchos. Y aquí salgo en defensa de los comunistas españoles que votan a Izquierda Unida. Para obtener 3 escaños necesitan más del 4% de los votos, mientras que los fascistas y separatistas de Mas y los primos hermanos comunistas de Junqueras, con un 2% de los votos obtienen 10 y 7 escaños respectivamente. El PNV, con un 1,3% de los votos accede a 8 escaños. Amaiur, con el 1,1% a seis escaños. Compromís, con el mismo porcentaje, 4 escaños. El BNG con el 0,6%, 2 escaños, y Coalición Canaria, otros 2 escaños con el 0,4% de los votos. Votazos contra votitos. El PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, se nutren de votitos con muy considerable mengua de su poder proporcional. Es decir, que la democracia española castiga a los partidos con implantación plena en el territorio nacional y premia a las aldeas. Aldeas, que por otra parte, ya tienen sus parlamentos exclusivamente locales para discutir, debatir y promulgar leyes de obligatorio cumplimiento en los límites de las autonomías. De ser justo y equitativo el sistema, con un 4% de los votos, Izquierda Unida conseguiría, al menos, 12 escaños.
Mi votito, desde la recuperación de la libertad y la supuesta democracia, ha sido para UCD y el PP. En las próximas elecciones generales, Dios dirá, porque mi desasosiego con la política de Rajoy, Montoro y compañía es desgarrador. Analizaré lo que creo más conveniente para España, y como consecuencia del resultado de la reflexión depositaré mi votito, que no mi voto, porque pertenezco a esa abrumadora mayoría de españoles cuyos votos valen menos que los de las privilegiadas minorías. El voto de un ciudadano de Madrid o Sevilla es calderilla democrática si se compara con el voto de un elector de Barcelona, Bilbao o Las Palmas. Un comunista del BNG tiene un voto que multiplica su influencia y valor por veinte al de un comunista de Toledo, Córdoba o Valladolid.
No obstante, pensaré y depositaré mi votito, mi humilde votito, mi votito sin valor, mientas España se despedaza con la contundencia de los votazos. Así está montado el guiñol, y los partidos que pueden desmontarlo no se atreven a hacerlo. Españoles de primera y de segunda. Y una buena parte de los de primera, para colmo, se quejan.
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