Iñaki Zaragüeta
Ya nada es igual en ETA
Tras el éxodo carcelario de los pistoleros etarras a consecuencia de la supresión de la «doctrina Parot», no deberían causar sorpresa las dificultades que de ahora en adelante van a tener para congregar una opinión mayoritaria sobre cualquier asunto. El beneficio provocado por la citada abolición ha llevado a la calle a los responsables de cohesionar a los presos, a quienes mantenían e imponían, incluso a través de la coacción, una postura unitaria y de principal peso dentro de la banda. Conviene recordar que las prisiones congregaban a la gran mayoría de militantes de ETA.
Tras la liberación de los «principales», permanecen entre rejas los condenados por causas de menor relevancia o quienes no se acogieron a beneficios penitenciarios por las razones anteriormente aludidas. Ello ha originado que, en la actualidad, todos estén dispuestos a las medidas de reinserción. Ya nadie quiere permanecer ni volver a presidio. Como si ahora imperara aquello de que «el último que apague la luz».
Con la desaparición de ese estatus organizado, la consulta abogado-preso ha de realizarse uno a uno, lo cual resulta mucho más dificultoso. Al disolverse la tradicional cohesión, las votaciones aparecen representativamente minoritarias.
En la actualidad, el problema se centra en que la dispersión carcelaria debe mantenerse. Mientras ETA no se disuelva, sus presos son considerados como pertenecientes al crimen organizado.
En cuanto a la probabilidad de comandos operativos, la lógica revela complicaciones para la banda ante el acoso pegadizo de las Fuerzas de Seguridad del Estado y de Francia, aunque siempre existe el riesgo de una «grapización» y que, en un momento o coyuntura determinados, alguien pueda tirar por su lado. Así es la vida.
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